Las hermandades de Sevilla han asumido en los últimos veinticinco años todo lo que de bueno y malo ha ido adquiriendo la sociedad con ocasión de los profundos cambios sociales. Escrito está que nada de la sociedad es ajeno a las cofradías, como las cofradías no son nunca ajenas a la sociedad de cada momento. Las hermandades fueron instaurando poco a poco, una a una, la igualdad de derechos y obligaciones entre hombres y mujeres. Lo hicieron a la velocidad que marcaron los cabildos generales, de forma natural y sin tensiones. Sólo al final, en casos muy contados, tuvo que ser decretada la igualdad por decisión acertada del actual arzobispo. Pero desde la prueba con nazarenas efectuada por los Javieres en los años ochenta, a la aprobación de las nazarenas en la Macarena en el año 2001, noticia que difundieron los telediarios de aquel domingo a mediodía, el proceso fue un éxito con tan sólo algún interesantísimo incidente jurídico por los intentos fallidos de imposiciones de la igualdad por la vía rápida, caso del Baratillo, la Carretería y el Calvario.
Se instauró la igualdad, como se han multiplicado las relaciones con la prensa, alargado la vida pública de las cofradías durante todo el año, modernizado la gestión interna de las cuentas y de la listas de las cofradías, protegido derechos de imagen, gestionado exenciones tributarias, solicitado subvenciones municipales, autonómicas y estatales; abierto cuentas en las redes sociales, potenciado y mantenido obras sociales modélicas… Y en los cabildos electorales, ay amigo, se han mimetizado prácticas de los partidos políticos.
El propio arzobispo ha tenido que llamar al orden a los aspirantes a hermano mayor de la Esperanza de Triana. La repercusión y notoriedad de la propia corporación y de uno de los candidatos, el torero Rivera Ordóñez, ha disparado los habituales efectos negativos de un cabildo con pluralidad de candidaturas. Se vio en la Macarena hace poco más de un año, como se ve ahora en Triana. Pareciera que se consigue un sueldo vitalicio por ser oficial de la junta de gobierno de ciertas cofradías. De las cartas tradicionales se ha pasado a trípticos, cuentas de propaganda en las redes sociales, eslóganes, almuerzos o cenas con la prensa, etcétera. Un espectáculo que deriva en acusaciones veladas o expresas sobre aspectos de gestión económica o de vida personal.
Más vale que la llamada al orden de monseñor Asenjo sea eficaz, de lo contrario saldría también deteriorada la autoridad eclesiástica, pues su poder es moral. No hay guardia suiza. La causa bien merece el intento.
Recordatorio La Firma Invitada: El hombre me impide ver a Dios