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jueves, 16 de julio de 2015

El Compás de San Pablo: No debía de quererte…



Volver a casa andando desde el trabajo, en pleno Julio, sólo, y tarde, da qué pensar. Y si me pusiera a hablar de esos pensamientos, posiblemente, lo haría con la misma voz quebrada con la que la Piquer cantaba aquello.

Pones en esta … ciudad tus ahorros, tu esfuerzo, tus estudios, tu vida, al frente de un negocio por el que, cada mañana, ves pasar una panda de rumanos con carros cargados de flores para su venta ambulante. Ni que avises a los Nacionales (Oiga usted eso pertenece a los Locales) Ni que avises a los Locales (Oiga usted y qué quiere que haga si no tienen papeles) ni que esperes las promesas de los de un color u otro en apoyo de los empresarios cordobeses. Y comprendo que, cada cual, está haciendo correctamente su trabajo. Si es que no debía de quererte.

Vives, porque así lo has elegido, en uno de los barrios más singulares de Europa y el único de Andalucía declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco pero por más de tres avisos que des a Sadeco, esa empresa que mantenemos con nuestros impuestos a la que ahora molesta todo, no baldean la calle en la que se acumulan meados desde aquella Noche Blanca.  Si es que no debía de quererte. 

Ah perdón, que estamos en una página de cofradías. Si dices que te vas a presentar a Hermano Mayor de tu hermandad en Córdoba te llaman loco, inconsciente, atrevido,  te avisan de lo peor, que se te va a caer el pelo, que no sabes lo que haces, que ten cuidado, que te retires… cuando en tu cabeza sólo hay ilusión, ganas de trabajar, obras sociales, fuerza, ánimo. Ay! Si me llega a pillar lo de San Rafael, que pedazo de lona hubiese encargado a Manuel Quirós con una buena reproducción para ponerlo frente por frente.  Pero…  si es que no debía de quererte.

Pero el oir las campanas cada mañana de las monjitas de la Encarnación, que te despierte el olor a pan recién hecho en Maese Luis, sentir a la Pepa en sus soportales reclamando tu atención con un trozo de damasco hecho jirones en la mano, subir la Espartería ya sudando a las nueve de la mañana hace que repiquetee en tu cabeza camino del trabajo  aquello de: Ay Córdoba! no debía de quererte y, como decía la Piquer con su voz quebrada, sin embargo te quiero.

Rafael Cuevas Mata
                                                                                                                                                        








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