Quienes estudiamos una carrera de Humanidades firmamos el día de la graduación la sentencia de nuestra muerte laboral pero, al menos, a estos desgraciados, nos quedará la grata satisfacción de haber conocido a Bach, a Bernini, a Velázquez, incluso, a García Baena. Y si a ello le aplicamos la educación cristiana que hemos recibido, independientemente de nuestras creencias pero hemos de reconocer la gran influencia de la religión judeocristiana en nuestra cultura desde hace más de 20 siglos y en todas las artes, en ello encontraremos, quienes creemos, a Dios verdadero.
Mucho me temo que quienes hoy siguen cursando sus estudios nada saben de que Dios se encuentra en esa partitura de Bach, en la flecha de mármol que esculpiera Bernini apuntando a nuestra Santa, en la cabeza hundida del Cristo Muerto del Prado o en el poema Arca de Lágrimas. Ahí está claramente Dios. Mientras tanto, nos seguiremos deleitando de la sensibilidad, la maestría, el gusto, la educación y la elegancia que todavía algunos gastan a la hora de publicar en su Facebook.
Rafael Cuevas