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domingo, 23 de agosto de 2015

La Feria de los Discretos: Mirar para otro lado, la táctica de los perdedores


Anda el ambiente enrarecido en el pueblo. Tras la vuelta veo a la mayoría de los cordobeses crispados, otros, los menos, no tanto. El referendo para la elección de nuevos regidores municipales, ha legado unos gobernantes, que ni en el mejor de sus sueños pensaban que iban a ocupar el poder. Un gobierno salido de la unión de los débiles y mediocres para negar el pan y la sal a lo votado por la mayoría. Sí, la mayoría, porque los que nos gobiernan, y gobernaran durante cuatro años, han sido votados por minorías de distinto pelaje que han visto en una unión por el progreso, al menos eso dicen, la única forma de tocar un poder inalcanzable por ellos mismos.


La unión de esas facciones minoritarias ha dado resultado a una fuerza confundida, con ideas poco claras, cosa normal de un pacto llevado a cabo en una taberna, y encima con unos conceptos desvirtuados y la mayoría erróneos. Uno de estos conceptos es la confusión aconfesionalidad con laicidad. El estado debe de ser aconfesional como recoge la carta magna, pero respetando a todas las confesiones por igual, tal como se refleja en el artículo 16 de la misma.

Pues bien,  nuestros nuevos munícipes, en clara confusión de conceptos, están continuamente zurrando la badana, en concepto figurado aunque a alguno de sus integrantes lo mismo le gustaría de forma material, a la Iglesia Católica y con ello a todos los que profesamos su fe, cofradías incluidas, pues que yo sepa, forman parte de la misma. Varias han sido las perlitas arrojadas. A saber, primero fue la segunda puerta, que facilitaría la entrada de las cofradías, de la Catedral, antigua mezquita, primitiva Basílica de San Vicente, manejando incluso el llevar la resolución de la Junta de Andalucía a la UNESCO, como si a este ente le importase una celosía de finales del siglo XX, el caso es enturbiar el asunto para retrasar o paralizar el proyecto. Segundo fueron las afirmaciones de un edil sobre la cera vertida en el suelo durante las procesiones, algo tan nimio como tan estúpido. Tercero la retirada de un crucifijo de la vitrina que existe en las zonas nobles del ayuntamiento de todos, cristianos incluidos, alegando la separación de religión y estado. Cuarto la amenaza, con el mismo pretexto del punto anterior, de la retirada del cuadro de San Rafael, obra de Antonio del Castillo, teniendo la alcaldesa que recular cuando vio el cabreo originado en las redes sociales, aunque mucho me temo que la restauración que va a sufrir, sea de vital importancia para su conservación y se prolongue en exceso en el taller del restaurador cuya factura sufragara el pueblo de Córdoba. La última ha sido el exceso de actos cofrades y los gastos que suponen para las arcas municipales en concepto de seguridad. Otra más y las que seguirán, jaleadas y promocionadas todas por un panfleto digital más propio de un país caribeño que de un estado democrático occidental.

Mientras tanto los representantes de las cofradías cordobesas callan ante tanta agresión. Los inquilinos de la calle del Lodo callan y miran para otro lado. Ni un comunicado, ni una palabra de reprobación en defensa de la Iglesia a la que pertenecen, así como a las cofradías que representan. Su silencio es la única respuesta. Ni una convocatoria para una asamblea extraordinaria, una de las medidas de las que se sirvieron para alcanzar el poder, que pueda determinar una postura consensuada por todas y cada una de las cofradías que dicen representar. Nada, sólo mirar para otro lado. Es la táctica de los perdedores, pues no hay que olvidar, que al igual que los ediles municipales, ellos están ahí por la unión de unos pocos para evitar a todo costa que gobernaran otros con ideas más claras y para la mayoría.

Quintín García Roelas










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