Blas Jesús Muñoz. Blanco sobre negro. Sombras sobre las que vibra la palidez del dolor vencido por el cansancio que deja tras de sí la incomprensión. Un camarín donde antes hubo otras oraciones, otras plegarias, el mismo rezo convencido que siempre mira a la Mujer, a la Madre que sabe tamizar todos tus males.
La manos ya no buscan el cielo ni siquiera arrancar de su pecho un dolor tan insistente, tan propio, que ya sabe que la acompañará para siempre. El héroe vencido, Triunfante al tercer día, Dios en toda su humanidad, muerto como cualquier hombre. Y su Madre, la que lo concibió, ahora ya no resiste el momento.
El luto se ha apoderado de Santiago. El caminante, Antonio, se aposta para dejar su crónica gráfica de lo sucedido. Noviembre se viste de Concepción en Santiago. Los días se cumplen y, un nuevo Domigo de Ramos, vibra sutil en un punto minúsculo e indefinible de la estancia.
La manos ya no buscan el cielo ni siquiera arrancar de su pecho un dolor tan insistente, tan propio, que ya sabe que la acompañará para siempre. El héroe vencido, Triunfante al tercer día, Dios en toda su humanidad, muerto como cualquier hombre. Y su Madre, la que lo concibió, ahora ya no resiste el momento.
El luto se ha apoderado de Santiago. El caminante, Antonio, se aposta para dejar su crónica gráfica de lo sucedido. Noviembre se viste de Concepción en Santiago. Los días se cumplen y, un nuevo Domigo de Ramos, vibra sutil en un punto minúsculo e indefinible de la estancia.
Recordatorio Las Angustias de luto por Antonio Poyato