Blas Jesús Muñoz. Hay fechas que se marcan en rojo en el calendario porque su color es áureo, aunque la llovizna de la noche parezca querer desmentirlo. El 9 de enero se ha vestido de invierno en el cielo, pero anuncia una primavera en la temperatura exterior y, en la interna, de los primeros costaleros que van camino de las casas de hermandad o los locales de ensayo de Cena, Caridad, Dolores...
Enero marca la recta final hacia una Semana Santa temprana que, seguramente, se eternizará para algunos y, sin embargo, entre igualás, ensayos y retranqueos, para muchos costaleros se convertirá en la oportunidad ensoñada de reencontrarse con sus camaradas. Más incluso que una oportunidad es un deseo de retomar el oficio que les es propio a los hombres de abajo.
El fin de semana es intenso y supondrá la puesta de largo de algunos capataces como Lorenzo de Juan o Jesús Bastante en la Hermandad del Amor, o Antonio Cuenca en los Dolores. Ha sido un año de profundos movimientos en torno a, quién sabe, si demasiados llamadores. Y del 20 al 27 de marzo podremos apreciar los distintos resultados.
Será también el momento de capataces más que contrastados como Luis M. Carrión y de otros que van en la dirección de hacerlo como Carlos Lara. Será el momento de los abrazos, de las risas, de las levantás o de las marchas reencontradas. Es el inicio real de la Semana Santa, el mismo al que ya se sumaron los priostes o las bandas -desde hace meses-. El instante en que la ciudad se viste la arpillera para descubrir que ya ha cambiado.
