Suspira el querubín revoloteando entre juntas de gobierno dudosas y timoratas que, cuando dicen sí quieran decir un no y no es todo lo contrario. Y quieren entrar y salir, y no meten y no sacan y no van pero tampoco vienen.
Suspiros alados que quieren encontrar la solución y el cruce perfecto de los caminos que conduzcan a una basílica que se fundó entre los escombros de la antigua Roma y de la que ahora todos parecen haber olvidado su pasado.
Suspira el Ángel porque sabe que quien recurrió la decisión de los suyos se sienta hoy frente a ellos con palabras suaves y con la mirada de fiscal frustrado no sabe si poner la firma en el recurso o animar a que otros la estampen y seguir apareciendo como abogado de la defensa.