Blas Jesús Muñoz. Vivimos en la etapa del auge, tal vez, de la facilidad y, sin duda, de la inmediatez. Ser costalero tiene connotaciones diferentes en relación a apenas veinte años. No es el tango de Gardel, porque lo que ahora esta en liza es el futuro que vendrá tras la explosión.
Algunas de las cuadrillas corbesas así lo entienden. Con la naturalidad de lo aprendido, que primero fue enseñado. Una de las mismas es la de la Trinidad que este pasado viernes tenía su cita de cara al Martes Santo de 2016. Con costaleros que se pueden catalogar como una cuadrilla de amigos, donde reina un ambiente que solo permite mirar al futuro con pasión.
Atrás quedaron los tiempos donde los costaleros se dividían entre antiguos y nuevos. Donde la distancia física delimitada la separación emocional. Ahora, nos hallamos ante hombres que han portado la arpillera durante más de dos décadas, junto a jóvenes que, con la ilusión por bandera, la aportan como la mejor carta de presentación posible.
Privilegiados, como diría su capataz Carlos Lara, por ocupar el sitio que la Virgen ha querido para ellos. Y así dar cuenta de la emoción imprescindible para hacer del costalero algo más consistente de cuanto nadie supo contarnos.