Suspira el querubín todavía con el matasuegras en la boca, mientras piensa en lo que espera a algunos cofrades en el año que recién comienza como a un capataz que deberá demostrar en solitario que vende los mismos discos que cuando formaba parte del grupo.
Suspiros alados por una banda que ha tardado en confirmar y no queda claro si por voluntad propia o porque la otra parte ha seguido buscando sin encontrar. O por otra que puede que en vez de recoger firmas de apoyo, recoja la de un secretario (antiguo o judicial) para intentar arreglar contratos suscritos.
Suspira el Ángel porque sabe que hay hermandades que pagarán sus antiguas rencillas hasta el último momento, mientras otras verán en la calle de la penicilina la solución técnica a sus capataces y otras, en cambio, verán en la misma calle un problema imposible de solucionar.
Joaquín de Sierra i Fabra