Blas J. Muñoz. Durante los últimos meses hemos puesto en valor el esfuerzo y sacrificio realizado por la Hermandad de la Piedad de las Palmeras, en pos de acudir, junto con el resto de corporaciones del Miércoles Santo, a la Catedral en su estación de penitencia. Un sacrificio en absoluto baladí, si tenemos en cuenta tanto la distancia geofráfica de la corporación del primer templo diocesano y carrera oficial como su juventud realizando estación de penitencia llegando al centro de la ciudad.
Una voluntad que no se ha visto recompensada para sus dirigentes en hechos tan evidentes como la fotografía que ha circulado estos días, casi de forma viral, por redes sociales, donde se podía apreciar como algunos nazarenos aparecían sentados en la terraza de una cafetería tomando un refrigerio. Más allá del detalle de que estuvieran cubiertos y con el cirio encendido, no sirve la disculpa de que penitentes como los de la Macarena hayan dado pie y artículos de opinión diversos previamente. Lo haga quien lo haga convenimos que es de todo punto incorrecto, toda vez que la culpa ajena no exime la propia. No estaría de más que, al menos, se intense identificar a los protagonistas de la instantánea y la hermandad tomase medidas.
Poníamos en liza el reconocimiento del esfuerzo y lo sencillo que resulta, en ocasiones, que todo quede por tierra. Tres o cuatro nazarenos pueden suponer la excepción de la regla, lo que ya resulta llamativo es el andar de la cuadrilla del Crucificado de la cofradía de las Palmeras. Si contemplan el vídeo que hay al pie de esta opinión habrá quien pueda constatar que hayamos viajado en el tiempo varias décadas. Mientras Sayones interpreta brillantemente "Eternidad", el zigzagueo del paso (difícilmente, se le puede llamar de otra manera), las paradas y los consiguientes cambios para zimbrear después en una especie de imitación sucedánea (siendo generosos) de la forma de levantar a la música al estilo Triana, pero sin levantar previamente dejan a las claras que algo no hemos hecho bien.
En una época en la que la evolución en la técnica (con mayor o menor acierto, pero dentro de unos mínimos de calidad) de capataces y costaleros ha dejado atrás usos cuestionables, al menos en el contexto contemporáneo, nos encontramos con una escena difícil de explicar. No sabemos si con un cambio de capataz o un interés por parte del mismo por observar distintos modelos serviría. Puede que sí. Sin embargo, el aspecto más preocupante es el del público que, al principio aplaude minoritariamente y va creciendo en efervescencia conforme se desarrolla la escena.
En una ciudad donde se aplauden levantás, en general, aun queda quien regala sus palmas a hermandades de silencio, tampoco se respeta el paso de los cortejos, por norma global. Y nos cansamos de ver tiempos de paso inversamente proporcionales al número de nazarenos. Es cierto que la tendencia apunta a una mejoría paulatina, pero escenas como las de este vídeo son, cuanto menos, desalentadoras.