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domingo, 27 de marzo de 2016

La Crónica: Luz de nuestra propia historia


Blas J. Muñoz. Cada noche, cada nuevo amanecer la ciudad se va vistiendo con las ropas, azules y grises, de los días que avanzan en la historia lineal de la Salvación que buscamos, necesitamos y a la que nos aferramos de cualquier manera o de la forma en que sabemos o nos dejan. Cada mañana amanece al tiempo en que nos tocó vivir y, una de las que tiene el año, la vida vuelve a resucitar para darnos la esperanza certera de su horizonte.

Esto sucede en Santa Marina cuando los sones de Redención anuncia que resucitó y el Señor sale de su sepulcro y, sobre un paso áureo, busca las calles de la ciudad que se alegra y canta a la vida con los brazos extendidos y las manos abiertas para un abrazo infinito. Todo ha cambiado, todo comienza, todo es ayer y mañana, mientras el presente camina nuestro quehacer.


Y así, la Agrupación Musical de la Sagrada Cena, tras media hora de deliberación y cortesía, anunciaba que la Cruz de Guía del Resucitado salía en busca del broche a la Semana Santa de la Catedral. El camino se iniciaba firme, ya no iba a llover. Y los pasos del Señor y de la Virgen de la Alegría comenzaban una salida procesional que iba a explosionar en su llegada a Santa María de la Asunción.

El templo y las imágenes se arrogaban su protagonismo, el de la fe de un pueblo que despedía la Semana santa y anunciaba la cuenta de la siguiente. La misma que no sabemos si culminará en el templo catedralicio, pero que deja atrás otra de recuerdos, esfuerzos y negociaciones que ha servido para mostrar que es posible. Las campanas doblaban de alegría anunciando la Pascua al paso del Resucitado y Córdoba se vestía de azul y oro para seguir narrando la luz de su propia historia.


Fotos Jesús Caparrós

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