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sábado, 5 de marzo de 2016

Mi luz interior: Más cultos y menos cartelitos


Cuando me ofrecieron entrar a formar parte de Gente de Paz, he de reconocer que me lo tuve que pensar un instante. Por un lado siempre me ha gustado escribir. Soy de las personas que siempre han dicho que se expresan mucho mejor por escrito que de palabra. Por eso me hacía ilusión la posibilidad de que me pudiesen leer muchas personas a través de una página que hoy por hoy es una enorme caja de resonancia, al menos mis amigos y conocidos no hablan de otra cosa cuando sale a relucir el tema de las cofradías. Por otro lado es verdad que una página como esta genera una gran cantidad de seguidores y amigos, pero también un nutrido número de detractores, de enemigos, y eso a veces implica soportar un grado de crítica que no todo el mundo es capaz de llevar en sus espaldas.

Me consta, porque así me lo han comentado algunos de mis nuevos compañeros que son más de uno los amigos que se pierden por el camino de contar verdades sin reparar en el qué dirán, pero también me consta que la satisfacción de formar parte de un “pequeño rincón de libertad” como definió está página Guillermo Rodríguez cuando estuvo hablando conmigo de la posibilidad de entrar en este grupo, es tan maravilloso que reconozco que mis dudas se disiparon rápidamente. Que te digan que puedes escribir “lo que quieras y como quieras”, sólo con la limitación de hacerlo siempre con el respeto debido, es un lujo tan grande que nadie que se pueda considerar amante de la libertad puede despreciar nunca, así que mis dudas se difuminaron antes de terminar la conversación. Cuando el propio Guillermo, al que conozco desde hace años, me advirtió que llegaría un momento en el que recibiría presiones de cercanos y no tan cercanos para que no me acercase a “esta panda de locos” y que “incluso podría darse el caso de que me ofreciesen un caramelito para que me alejase”, mi respuesta fue clara: “Tranquilo Guillermo, yo soy una rebelde sin causa y no me vendo por treinta monedas de plata.

Hechas las presentaciones, diré que por mi edad, ya tengo mis añitos, he vivido en épocas en las que ciertas cosas no pasaban y reconozco que muchas me siguen sorprendiendo. No me gustan las redes sociales, ni siguiera tengo Twitter, por lo que muchas veces se me escapan muchas de las polémicas que se arremolinan alrededor de este mundillo. Lo que si sé, es que me parece que hemos entrado en una época en la que el exceso es la seña de identidad de lo que se mueve entre hermandades.

Hace unos años, la vida en las cofradías se ceñía a los cultos, el reparto de túnicas, el montaje y la salida. No digo que fuera todo mejor entonces, habrá cosas en las que se haya mejorado y lo contrario. Pero que cada año se produzcan decenas de salidas que hace tiempo que dejaron de ser extraordinarias, o que hasta haya un gimnasio de Córdoba, en el que se practique body cycling con música de cornetas y tambores, me parece una barbaridad muy bárbara, como decía mi querido Miliki.

El ejemplo más claro de esta desmesura lo podemos encontrar en la absoluta pesadez que supone que se editen más carteles que cofradías existen en esta ciudad. Recuerdo cuando empezó a publicar el suyo la Hermandad de la Expiración y la polémica que eso generó con la Agrupación de Cofradías. ¿Quién nos iba a decir que hoy todo hijo de vecino editaría uno? Y si  por lo menos fuesen todos joyas fotográficas, por su calidad o por lo que simbolizan, nos podríamos dar con un canto en los dientes, pero no es el caso. Algunos son mejorables por no decir otra cosa más gorda. Incluso he visto uno, oficial de una hermandad no se crean, en el que la nariz de la Virgen tapa con su sombra media cara a la imagen. Por Dios, y se supone que está hecha por uno de los buenos… ¿es que nadie se puede ocupar en las cofradías de controlar que ya que nos bombardean con decenas de carteles, por lo menos que tengan un mínimo de nivel? Supongo que es lo que tiene la abundancia y la desmesura, que entre la masa cabe todo. También imagino que eso mismo le debe pasar a los fotógrafos, que cuando uno se multiplica y está hasta en la sopa y acapara, y acapara y acapara… llega un momento en que el concepto artístico se pierde por el camino para convertir el arte en producto.

Les voy a ser muy pero que muy sincera, la verdad es que tengo poca esperanza de que mi discurso cale y que de aquí a un tiempo todo este exceso vaya amainando y poco a poco todo vuelva al cauce de la lógica, pero como pedir es gratis... Yo seguiré soñando por una Semana Santa en la que lo verdaderamente importante sea aquello en lo que los cofrades se fijen de verdad. Más cultos y menos cartelitos y si se siguen haciendo, un filtrito de calidad, por favor, que nunca viene mal de vez en cuando… HE DICHO

Sonia Moreno









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