Suspira el querubín entre nubes blancas de algodón y ramas de olivo que le acarician las alas y luego quieren arañarlo. Se van y se vienen las ramas como esos costaleros que igualaron, entraron, se metieron y luego salieron porque les afectó el cargo que ocupan fuera.
Suspiros alados por quienes entre coros y guitarras que no tocaban sevillanas a quienes les riñe la madre "por salir de costalero" y sí le cantaban a la pena o a las Penas, dejaron de tocar el instrumento para cambiarlo por otro, y se les desenfoca la mirada y desafina la canción.
Suspira el Ángel porque hace frío en el cielo y la primavera viene y va, se pone un chaleco para distinguirse de los otros querubines que son malos y para contentar al Arcángel que advirtió que puede quitar el aro de santidad por "juntarse con pecadores".
Joaquín de Sierra i Fabra
Recordatorio El Suspiro del Ángel: Entre trompetas y miedos