Muchos son los sitios singulares de una ciudad que tiene a bien ser patrimonio de la humanidad. Muchos de estos, aparecen en las guías de turismo y otros en las de ocio, pero si realmente se quiere conocer una ciudad, o tomar el pulso a una sociedad concreta, es necesario adentrarse en lugares que no suelen aparecer en esas guías. Lugares que suelen pasar desapercibidos para los foráneos, por carecer de encanto estructural, no así de encanto social, ya que es en ellos donde realmente se puede recoger la verdadera esencia de la sociedad. Suelen ser bares, tabernas de barrio y lugares de gran vitalidad, frecuentados por parroquianos que mantienen entretenidas tertulias sobre tradiciones arraigadas en la misma.
Uno de estos lugares, se encuentra en la pequeña y transitada plaza de San Juan de Letrán. Su fachada sobria y sus puertas típicas de los bares castizos de toda la vida, invitan a detener la mirada cuando pasamos por su puerta, con la pertinente duda de si entrar o continuar camino.
El aspecto de bar de solera, añejo, no cuadra con sus parroquianos, ya que en él, se mezcla juventud y veteranía. Destacables son los fines de semana, donde el bullicio se apelmaza en los pequeños veladores de la puerta o incluso en el pequeño y austero patio que tiene al fondo. Es algo que descoloca a quien observa, pues es la típica taberna donde uno imagina que las conversaciones versan sobre toros y fútbol y donde las mujeres tienen vetada la entrada, vamos la típica taberna cordobesa de años atrás. Sin embargo sorprende ver a tanta juventud, y es que sus propietarios han sabido combinar lo añejo de estas típicas tabernas con la vitalidad y el aire fresco que aporta la juventud a nuestras tradiciones. Allí se habla de carnaval, se viven los patios y las fiestas tradicionales, se opina de fútbol y fundamentalmente se habla y se sabe hablar de cofradías.
El Millán, es un lugar de esos, que cuando uno traspasas el umbral de su puerta entra en un lugar afable, donde las tradiciones se modernizan y evolucionan al igual que nuestra sociedad. Da gusto ver a tanta gente departiendo alrededor de una copa de vino o de un quinto de cerveza, con la sabiduría de la experiencia y con la ilusión de la juventud.
Su equidistancia de lugares cofrades de solera, le han hecho lugar de encuentro y de tertulias cofrades que marcan el ritmo de la ciudad y porque no decirlo de algunas cofradías. Sabias conversaciones se escuchan allí y casi sin darte cuenta te encuentras inmerso en un ambiente distendido donde al igual que en la vida cada cual tiene sus valores y defiende lo suyo pero donde también se aportan ideas enriquecedoras, puntos de vista y opiniones que buscan no más que engrandecer aquello que tanto nos llena a los cofrades, nuestra semana santa.
Manuel Orozco
Recordatorio De trama simple: Volver a empezar