Blas J. Muñoz. Hay miles de formas de entender las cofradías. Desde su corte penitencial hasta el letífico, transitando por su carisma cultual, su esencia procesional, su acción caritativa, hasta los momentos de convivencia que dejan tras de sí el compromiso de los hermanos, expuesto al calor de una celebración de horas. Nadie puede negarle a una hermandad este último aspecto, como tampoco los anteriores.
Puede ser considerado el más "banal" y, sin embargo, para los que por ejemplo se colocan detrás de una barra o reparten tickets es parte de su tiempo y supone conformar lo que se está viviendo sin disfrutar en plenitud o, tal vez, celebrando que su esfuerzo se realiza en aras de un proyecto mayor, más grande, el del avance imparable de su cofradía.
Su Cruz no entraba a concurso y apenas abrió dos días, pero dejó a las claras, una vez más, que la Hermandad del Perdón está muy viva y, en cada acto que organiza, el respaldo de su gente y de la que se acerca a la cofradía de San Roque es cada vez mayor. El ambiente fraterno, la ilusión por alcanzar los proyectos establecidos, también se proyectan en estas ocasiones.
Más pronto que tarde iremos contemplando el avance del nuevo palio que ya comienza a cobijar a la Virgen del Rocío y Lágrimas, así como hemos podido ser testigos de la donación desinteresada y potente de las borlas que ya son parte del mismo. Desde una red social hasta una Cruz de Mayo, el sueño mantiene su anhelo y se contagia a quienes, de una forma u otra, ya son parte -directa e indirecta- de la nueva realidad de la Hermandad del Perdón.