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miércoles, 15 de junio de 2016

El día que la alcaldesa apoyó a las cofradías


Blas J. Muñoz. El verano de 2015 no fue tranquilo, no huno -como se suele decir- vacaciones en Fuengirola para las cofradías. Desde el Consistorio, encarnado en los recién nombrados ediles municipales, los mensajes se tornaban alarmantes. El cuadro de San Rafael de Antonio del Castillo, un simple lienzo se iba a convertir en el símbolo de la defensa de ciertos valores mayoritarios en la ciudad.

Entonces fueron los ciudadanos, los mismos cuya palabra tanto se maneja para hacer política, los que dijeron un "por aquí no". Las instituciones que podían haber sido su voz guardaron silencio. Pero el empeño, recién bañado de laicismo de la Alcaldesa, se vio truncado y el cuadro solo salió para ser restaurado. Y, entre tanto, sus concejales desfilaban con declaraciones que encontraron en las cofradías un buen argumento, cuasi lúdico para evitar abordar los temas que de verdad preocupaban -o se suponía que lo hacían-, a esos mismos ciudadanos.

Se detuvo una vez el más el proyecto de Museo Cofrade (tampoco es un asunto relevante, a día de hoy), se propuso girar tasa y salió a desmentir, a explicar las palabras del concejal que se habían malinterpretado, un alto representante cofrade. Se pintaba -y se sigue haciendo- el busto de Gómez Aguilar y ningún responsable político parece preocupado en el asunto. La titularidad de la Catedral y la segunda puerta fueron adquiriendo un protagonismo tan exacerbado que se dio carta de naturaleza (cuasi divina) al Icomos, por parte de alguna responsable.

Entre tanto, las ausencias de la Alcaldesa -como un poema de Machado- fueron permanentes y solo se rompió para participar en la extraordinaria de la Esperanza. Llovió e hizo una levantá dentro de la Iglesia que dio la vuelta a las redes. A partir de ese momento, su figura fue suavizando una situación en la que sus ediles, a excepción de García, fueron rebajando el tono para adomercer la polémica hasta el punto de que nunca hubiera existido. Sin embargo, Ganemos puede querer entrar en el gobierno municipal y Ambrosio ahora no lo ve oportuno, quizá, porque sabe o cree que ha ganado su propia centralidad.



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