Blas J. Muñoz. El verano de 2015 no fue tranquilo, no huno -como se
suele decir- vacaciones en Fuengirola para las cofradías. Desde el
Consistorio, encarnado en los recién nombrados ediles municipales, los
mensajes se tornaban alarmantes. El cuadro de San Rafael de Antonio del
Castillo, un simple lienzo se iba a convertir en el símbolo de la
defensa de ciertos valores mayoritarios en la ciudad.
Entonces
fueron los ciudadanos, los mismos cuya palabra tanto se maneja para
hacer política, los que dijeron un "por aquí no". Las instituciones que
podían haber sido su voz guardaron silencio. Pero el empeño, recién
bañado de laicismo de la Alcaldesa, se vio truncado y el cuadro solo
salió para ser restaurado. Y, entre tanto, sus concejales desfilaban con
declaraciones que encontraron en las cofradías un buen argumento, cuasi
lúdico para evitar abordar los temas que de verdad preocupaban -o se
suponía que lo hacían-, a esos mismos ciudadanos.
Se
detuvo una vez el más el proyecto de Museo Cofrade (tampoco es un
asunto relevante, a día de hoy), se propuso girar tasa y salió a
desmentir, a explicar las palabras del concejal que se habían
malinterpretado, un alto representante cofrade. Se pintaba -y se sigue
haciendo- el busto de Gómez Aguilar y ningún responsable político parece
preocupado en el asunto. La titularidad de la Catedral y la segunda
puerta fueron adquiriendo un protagonismo tan exacerbado que se dio
carta de naturaleza (cuasi divina) al Icomos, por parte de alguna
responsable.
Entre tanto, las ausencias de la
Alcaldesa -como un poema de Machado- fueron permanentes y solo se rompió
para participar en la extraordinaria de la Esperanza. Llovió e hizo una
levantá dentro de la Iglesia que dio la vuelta a las redes. A partir de
ese momento, su figura fue suavizando una situación en la que sus
ediles, a excepción de García, fueron rebajando el tono para adomercer
la polémica hasta el punto de que nunca hubiera existido. Sin embargo,
Ganemos puede querer entrar en el gobierno municipal y Ambrosio ahora no
lo ve oportuno, quizá, porque sabe o cree que ha ganado su propia
centralidad.