Blas J. Muñoz. La biografía del, probablemente, mejor imaginero que conoció el Barroco andaluz sigue -y probablemente lo seguirá siendo- envuelta por una serie de incógnitas que aumentan, si cabe, aun más el mito del hacedor del Gran Poder, Buena Muerte, Nazareno, Vergara, Cristo del Amor o el grupo escultórico de las Angustias. Y es que el olvido que lo cubrió durante tres siglos dejó un sedimento en el que resulta difícil indagar.
Durante estos días en que les informábamos acerca de la restauración esta siendo llevada a cabo por Manuel Ballesteros Rodríguez y Alejandro Cascajares García del Niño Jesús perteneciente a la Parroquia de San Ildefonso y Santiago. El cual Mesa reinterpreta y encontramos en estas obras a un Divino Infante más anatomizado y con mayores volúmenes, tras el canon impartido por Montañés.
También las redes sociales se han hecho eco de la figura del imaginero cordobés señalando la cuenta de Twitter @dCofradias que "el Cristo de la Conversión, al igual que el del Amor o el Gran Poder, tiene una espina clavada en su oreja". La explicación más plausible a este hecho que se repite en, prácticamente todas las imágenes de Mesa podría estar en la Iglesia de San Martín.
Y es que dicha collación radicó el hogar del Juan de Mesa casado con María de Flores. Todo apuntaría a que el matrimonio no conseguía tener descendencia y, en dicho templo, se veneraba una reliquia de la Santa Espina de Jesús que se creía otorgaba el don de la fertilidad a quienes le rezaban. Aunque quizá sea una explicación demasiado romántica, no cabe duda de que pudiera ser una hipótesis y Juan de Mesa estuviera rogando a sus propias imágenes que le concedieran un hijo.