Esther Mª Ojeda. Triana es sin duda ese pedacito que, a pesar de ser un símbolo inequívoco de Sevilla, goza también de una esencia especial e identidad propia que la han ido popularizando hasta elevar su nombre a una fama capaz de traspasar fronteras. Y una de las muchas razones que han contribuido a cosechar esa fama hunde sus raíces en la Semana Santa que encontró en este barrio una de sus cunas devocionales más importantes: la de la Esperanza de Triana y El Cachorro.
Como ya recordábamos en publicaciones anteriores, la historia de la cofradía del conmovedor Cristo de la Expiración tuvo sus orígenes en torno a la gloriosa imagen de la Virgen del Patrocinio, con cuya hermandad se fusionó hacia finales del siglo XVII desencadenando una profunda devoción que se acentuaría aún más con la gravedad de las epidemias que tan frecuentemente acababan con la vida de las personas.
Desde entonces, la tradición oral se ha encargado de hacernos conocedores de la leyenda que narra la búsqueda de la inspiración por parte del imaginero Francisco Antonio Gijón, a quien la corporación encargó la hechura del sobrecogedor crucificado, hasta que la encontró en la muerte de aquel célebre gitano y sirvió para imprimir al Santísimo Cristo esa expresión tan estremecedora.
Sin embargo, la veneración al Cachorro ha dejado a lo largo de los años en un segundo y discreto plano a la imagen de la Virgen del Patrocinio. Una talla que Luis Álvarez Duarte realizase tras el incendio fortuito producido en la capilla del mismo nombre y que terminó reduciendo a cenizas a la anterior dolorosa. Se trataba de una bellísima imagen – popularmente conocida como “la Señorita” – de igual advocación y autor desconocido, cuyos rasgos quedaron nuevamente reproducidos en el rostro de la obra de Álvarez Duarte.
Esta dramática anécdota se extendió como la pólvora – pasando a engrosar la lista de incendios que, por unos u otros motivos, destruyeron o dañaron otros tantos titulares así como su valiosísimo patrimonio – y dejando caer en el olvido a la primitiva Virgen del Patrocinio, hoy bajo la advocación de los Dolores y que, a su vez, vino a sustituir en el año 1921 a la talla que quedó calcinada en aquel desafortunado incendio.
La primera titular mariana de la cofradía, obra atribuida a Cristóbal Ramos, fue también la primera en cruzar el río en compañía del Cristo de la Expiración para hacer estación de penitencia en la Catedral. Precisamente, de una de esas salidas procesionales es la fotografía que la hermandad de El Cachorro compartía hace unos días en su cuenta oficial de Twitter (@HdadCachorro), en la que podíamos ver a la actual Virgen de los Dolores en torno al año 1900 con palio, saya y manto de las hermanas Antúnez. Una hermosa imagen que años atrás contaba con una gran devoción entre los vecinos de Triana, que acudían desesperadamente a Ella en los difíciles tiempos de epidemias, como la peste que se desató a comienzos del siglo XIX.
Como ya recordábamos en publicaciones anteriores, la historia de la cofradía del conmovedor Cristo de la Expiración tuvo sus orígenes en torno a la gloriosa imagen de la Virgen del Patrocinio, con cuya hermandad se fusionó hacia finales del siglo XVII desencadenando una profunda devoción que se acentuaría aún más con la gravedad de las epidemias que tan frecuentemente acababan con la vida de las personas.
Desde entonces, la tradición oral se ha encargado de hacernos conocedores de la leyenda que narra la búsqueda de la inspiración por parte del imaginero Francisco Antonio Gijón, a quien la corporación encargó la hechura del sobrecogedor crucificado, hasta que la encontró en la muerte de aquel célebre gitano y sirvió para imprimir al Santísimo Cristo esa expresión tan estremecedora.
Sin embargo, la veneración al Cachorro ha dejado a lo largo de los años en un segundo y discreto plano a la imagen de la Virgen del Patrocinio. Una talla que Luis Álvarez Duarte realizase tras el incendio fortuito producido en la capilla del mismo nombre y que terminó reduciendo a cenizas a la anterior dolorosa. Se trataba de una bellísima imagen – popularmente conocida como “la Señorita” – de igual advocación y autor desconocido, cuyos rasgos quedaron nuevamente reproducidos en el rostro de la obra de Álvarez Duarte.
Esta dramática anécdota se extendió como la pólvora – pasando a engrosar la lista de incendios que, por unos u otros motivos, destruyeron o dañaron otros tantos titulares así como su valiosísimo patrimonio – y dejando caer en el olvido a la primitiva Virgen del Patrocinio, hoy bajo la advocación de los Dolores y que, a su vez, vino a sustituir en el año 1921 a la talla que quedó calcinada en aquel desafortunado incendio.
La primera titular mariana de la cofradía, obra atribuida a Cristóbal Ramos, fue también la primera en cruzar el río en compañía del Cristo de la Expiración para hacer estación de penitencia en la Catedral. Precisamente, de una de esas salidas procesionales es la fotografía que la hermandad de El Cachorro compartía hace unos días en su cuenta oficial de Twitter (@HdadCachorro), en la que podíamos ver a la actual Virgen de los Dolores en torno al año 1900 con palio, saya y manto de las hermanas Antúnez. Una hermosa imagen que años atrás contaba con una gran devoción entre los vecinos de Triana, que acudían desesperadamente a Ella en los difíciles tiempos de epidemias, como la peste que se desató a comienzos del siglo XIX.