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lunes, 22 de agosto de 2016

La infinita devoción que envuelve a la Macarena


Esther Mª Ojeda. Pocas cosas pueden igualar en la Semana Santa al enorme sentimiento de ilusión con el que el mundo cofrade se despierta en la mañana del Domingo de Ramos. Una emoción que se acentúa, en primer lugar, al comprobar que el tiempo acompaña y, en segundo lugar, a medida que los pasos te conducen hacia los primeros bullicios en busca de las cofradías encargadas de inaugurar la Semana Mayor.

Esa incomparable sensación se va diluyendo poco a poco conforme llega la noche y te sitúa ya en el Lunes Santo y, de nuevo y casi sin darte cuenta, en el Martes Santo, cediendo así ante otra que va dejando el característico sabor agridulce de nostalgia al reparar en la rapidez con la que el tiempo transcurre cuando se disfruta de unos momentos que son especialmente hermosos, precisamente porque solo tienen lugar una vez al año.

Por esa razón, con la clausura del Jueves Santo aparece ese típico pensamiento que comienza a anunciar que el final de la Semana Santa se acerca inexorablemente. Un melancólico pensamiento que siempre parece retrasarse al recordar la Madrugá y con ella la salida de la Macarena, con la que las horas parecen alargarse brindando a la ciudad de Sevilla otro nuevo cúmulo de emociones incontenibles.

De ello dan buena cuenta las habituales imágenes que cada año nos muestran las sofocantes multitudes que se agolpan a las puertas de la Basílica de la dolorosa de enigmática expresión, esperando para volver a repetir las escenas que nunca faltan a lo largo de la noche más larga de Sevilla caracterizada por las petaladas, las lágrimas de emoción y los “guapas” que se suceden hasta que la Macarena vuelve a cruzar el arco para regresar a su templo.

Esta escena se repite desde hace largos años desterrando de su historia otras antiguas imágenes que evidenciaban unas estaciones de penitencia realizadas en una intimidad y soledad casi absoluta. La prueba irrefutable de la devoción que el pueblo de Sevilla siempre ha profesado a la Macarena se hacía palpable con la antigua fotografía que Juan Bustos,  periodista de la RTVA, compartía en su cuenta personal de Twitter (@juanbustos5) hace tan solo unos días, mostrándonos de nuevo que esa veneración que hace el gentío solo se abra al caminar de la Virgen se mantenga indiferente al paso del tiempo.






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