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lunes, 22 de agosto de 2016

Ruth Beitia: "Mi madre me dijo que rezará y así lo he hecho, como buena cristiana y católica que soy"


Guillermo Rodríguez. No resulta frecuente en los tiempos que corren que personas que ocupan la primera plana de la prensa nacional se declaren abiertamente católicos y mucho menos que manifiesten practicar la religión a la que buena parte de los españoles llegaron en su más tierna infancia de la mano de sus padres. En cambio, sí es más habitual cuando se trata de deportistas de otras latitudes o incluso cuyo credo se fundamenta en otras religiones, lo que debería inducir a un análisis profundo acerca de dónde se asienta la causa de que semejante actitud acomplejada provoque que tantos creyentes sientan reparos a la hora de manifestar públicamente su fe por el miedo al qué dirán. Por eso llaman tanto la atención casos como el de Carolina Marín, flamante medalla de oro en los Juegos de Río con una medalla del Rocío al cuello, haciendo gala de manera ostensible de su condición de rociera y de católica.

El último episodio en este sentido ha sido protagonizado por otra de las heroínas que ha logrado conquistar el puesto más elevado del pódium olímpica, Ruth Beitia, quien tras alcanzar la gloria, se atrevió a comentar en una entrevista concedida la Cadena Cope "mi madre me dijo que rezará y así lo he hecho, como buena cristiana y católica que soy”. Unas declaraciones que, lamentablemente y como no podía ser de otro modo, ya ha repercutido en su contra por parte de todos aquellos integristas ateos que preñan hasta el hartazgo las redes sociales que nos ha tocado padecer y que se apresuraron a lanzarse al cuello cristiano de una atleta que ha pasado a convertirse, por derecho propio, en la más importante de la historia del atletismo femenino y una de las deportistas más relevantes de España, mientras guardan silencio o, en el peor de los casos justifican, el uso de prendas que denigran a la mujer como el tristemente famoso “burkini” que en los últimas semanas ha levantado ríos de tinta.

Probablemente también haya pesado en su contra la vinculación de Beitia con el Partido Popular, el otro gran muñeco del pim, pam, pum contra los que disparan sin descanso los odiadores profesionales de cierta forma de pensar. Los mismos que han vilipendiado hasta decir basta a Orlando Ortega, medalla de plata por España en 110 metros vallas a pesar de haber nacido en Cuba “por traidor a la patria” –“gusano” le ha llegado a llamar un subhumano que se ha hecho famoso por sus ladridos en las redes ya que su mediocridad como profesional le ha impedido alcanzar la gloria por otra vía- cuando realmente lo que querían decir es “traidor a una abominable dictadura comunista que mantiene en la cárcel a miles de compatriotas, en la práctica indigencia a millones y que continúa provocando desde su creación oleadas de refugiados que se juegan la vida cada día por atravesar el mar para llegar a la democracia”, exactamente igual que está ocurriendo desde Siria e Iraq en los dos últimos años con la “diferencia” de que según estos ladradores oficiales, los culpables de lo segundo somos usted y yo –y los americanos que no apoyan al dictador Al Assad- y los responsables de lo primero, al parecer, también usted y yo – y los americanos que no apoyan al dictador castrista-. Por esa “diferencia” ante el primer caso guardan un silencio tan cómplice como vomitivo.

En los tiempos que corren resulta extremadamente gratificante comprobar la valentía de personas como Marín o Beitia a la hora de pregonar a los cuatro vientos sus creencias, en medio de una sociedad que pretende ocultar al cristiano y obligarle a vivir su fe en silencio, mientras otros pueden manifestar sus opiniones, sin reparo alguno, a diestra y siniestra, aunque ello suponga defender a un dictador, a un asesino o a un terrorista, o incluso a un dictador, asesino y terrorista. Quiera Dios que cunda el ejemplo.





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