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lunes, 22 de agosto de 2016

Candelabro de Cola: La Belleza Discreta


María al pie de la cruz. Evangelio según San Juan (Jn 19, 25-30): 

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: “Tengo sed”. Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: “Todo está cumplido”. E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

Cobija Córdoba en uno de sus barrios de mayor solera una Cofradía que es un tesoro de principio a fin. Una Cofradía señorial, a la que ningún paladar exquisito es capaz de resistirse y a la que, paradójicamente, muchos valoran casi exclusivamente por lo que quizá en ella resulta más accesorio. Hablamos de la Real Hermandad y Cofradía del Señor de la Caridad. Y es que la propia Hermandad tiene un título tan sencillo como hermoso: curioso en tiempos como los que corren, en los que corporaciones con dos o tres días de historia acumulan en sus títulos retahílas sin fin de palabras con las que parecen querer venir a poner sobre la mesa quién la tiene más grande (nos referimos, claro, a la historia de la Hermandad). 

Difícil competir con la Caridad. Mal rival, a fe mía. Y es que, si precisamente alguna Hermandad cordobesa puede presumir de tener una historia digna de envidiar, resulta difícil encontrar peor competidora que ésta. Para empezar es justo poner a la Cofradía de la Caridad en el lugar que legítimamente le corresponde. La misma puede considerarse como la Hermandad decana de la Semana Santa de Córdoba: en la Diputación de Córdoba se halló un estado de cuentas de la Hermandad del año 1404. Es decir, puede que la Caridad existiera, por lo menos, desde 154 años antes que la Cofradía de las Angustias (no obstante otros autores consideran 1469 como el año de la fundación de la Caridad). Sí es cierto que en sus orígenes la Hermandad de San Francisco no era una Cofradía de carácter penitencial, sino asistencial. Pero, a fin de cuentas, estamos ante una corporación que tiene, como mínimo, cinco siglos y medio de historia ininterrumpida. Ahí es nada. No vamos a tratar aquí en profundidad la historia de la Cofradía desde sus más remotos orígenes, aunque recomendamos encarecidamente la visita a la web de la propia Hermandad a todo aquel que tenga curiosidad en conocer la misma en detalle.

La Hermandad del Señor de la Caridad atesora uno de los mejores y más completos patrimonios de nuestra Semana Santa y da culto a sus Titulares en el Sagrario de la Parroquia de San Francisco y San Eulogio. Allí el pueblo puede observar la hermosa escena del Stabat Mater que la Cofradía muestra cada Jueves Santo a toda la ciudad de Córdoba: el Señor de la Caridad junto a su Bendita Madre. Para describir a la Dolorosa que acompaña a Cristo es difícil hallar palabras. Y es que a mí esta Virgen debo reconocer que me supera. Sólo por contemplar a la Madre del Señor de la Caridad merece la pena conocer la Semana Santa de Córdoba. Su dolor contenido, la finura de sus facciones, sus manos entrelazadas mientras busca con la mirada el consuelo necesario para asumir la muerte del Hijo… ¡Si es que acaso hubiera forma de sobrellevar la muerte en la cruz! ¡Cuánta belleza tan íntima inabarcable por los sentidos de tantos que te miran! Una belleza sencilla y que casi me atrevería a calificar también de discreta. Tan discreta como es esta magnífica Dolorosa que, como tratando de no hacer ruido, ni tan siquiera tiene advocación propia. Quizá Ella no lo necesite porque, seguramente, su característico perfil arrodillada junto a la cruz en la que está clavado el Hijo del Hombre valga ya de por sí para expresar todo aquello que no se puede contar con palabras. Y esto es lo que de por sí resulta realmente capital. 

Y es que Tú, María, siempre al pie de la cruz, dando ejemplo de fidelidad, nos das también aliento y consuelo a tantas y tantas almas que buscamos tu mirada junto al antiguo hospital de la Caridad en la Plaza del Potro… Y Tú siempre haciendo gala de tu belleza elegante, de tu belleza sencilla y, por supuesto, discreta.

Marcos Fernán Caballero


Foto Antonio Poyato





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