Esther Mª Ojeda. El día a día de la sevillana Hermandad de la Paz se ha convertido en un frenesí de preparativos que no han dejado de sucederse con especial intensidad desde hace unos meses. Unos preparativos que engloban una cantidad de trabajo y que tiene por principal objetivo hacer de esta ocasión un acto tan perfecto como memorable y en el que no se ha dejado nada a la improvisación.
A lo largo de los días, hemos ido haciéndonos eco de todos los elementos que configurarán el marco de una fecha tan significativa: la presentación de la marcha titulada “Coronación de la Paz”, el enriquecimiento de la indispensable corona o la realización del nuevo azulejo de la Santísima Virgen como recuerdo de su coronación así como el estreno de los nuevos enseres bajo la responsabilidad de Manuel Solano entre otros muchos detalles.
Y así, mientras muchos posan la mirada en un calendario que por momentos parece descontar los días más lentamente de lo deseado, otros no pueden evitar volver la vista atrás para recordar instantes como el que publicaba Miguel Ángel Osuna en su cuenta de Twitter (@MiguelAOsuna) y en el que nos mostraba a la Virgen de la Paz en una de sus salidas procesionales durante la década de los 40 con algunos de sus miembros posando ante el antiguo palio de seda blanca y rodeada de una gran multitud de fieles. Un palio que también tuvimos ocasión de ver en otra publicación anterior en el interior del templo como parte de la iniciativa “100 días, 100 fotos” y con la que la llegada del ansiado 1 de octubre viene acompañada de otras muchas de las escenas que fueron conformando una historia y una devoción que pronto culminará con la Coronación Canónica.
Entre esas imágenes tampoco han podido faltar otras entre las que se encuentran momentos tan mágicos como el de la queridísima Virgen a su paso por una Plaza de España abarrotada de fieles, otra fotografía durante la salida procesional de 1952 y realizada por A. Mejías Peinado con la particularidad de no ser en blanco y negro u otras, igualmente emotivas por el afecto y la devoción visibles en la mirada de personas como la camarera de la Virgen o el sacristán de la parroquia ante la imagen, siempre hermosa, de María Santísima de la Paz.