Guillermo Rodriguez. La devoción es ese patrimonio inmaterial, imposible de cuantificar, alrededor del cual se construyen miles de sentimientos que convergen alrededor de una imagen y que trascienden a la mera manifestación artística que se materializa en una talla, por obra y gracia de la gubia de un creador. Eso lo conocen perfectamente los devotos de Jesús Rescatado que desde hace décadas acuden con el alma abierta de par en par para ser destinatarios de la gracia infinita que derrama su Divina Majestad.
Por eso, abstrayéndose del calor agosteño que tiraniza los rincones de la ciudad de San Rafael, la Parroquia de Santa María de Gracia se inunda de cordobeses que peregrinan hasta la presencia infinita del mismo Dios y de su Bendita Madre, para alimentar el latir de sus corazones con el maná maravilloso que fluye de la mirada poderosa del Hijo del hombre y ser partícipes de un pedacito de la historia de la hermandad que salvaguarda una de las devociones fundamentales de la Córdoba cofrade. También nuestro compañero Antonio Poyato se hizo presente ante Ellos, para dejar constancia de un acontecimiento que engrosará los anales de la Corporación del Domingo de Ramos.