Esther Mª Ojeda. La Semana Santa ha sido tradicionalmente el escenario y la inspiración que dio lugar a un coleccionismo que se intensificaba especialmente durante los períodos de Cuaresma y de la Semana Mayor propiamente dicha. Algo que se ha acentuado aún más durante las últimas décadas dejando de ser un afán que se reducía a un determinado – aunque esperado – momento del año.
Los itinerarios se han constituido como uno de esos elementos típicos que, a lo largo de los años, una gran multitud de personas se ha esmerado en conservar hasta ir ampliando una recopilación sin excepción de ejemplar alguno de los conocidos “libritos”. Con la llegada de los nuevos tiempos, se fueron sumando a ese coleccionismo los azulejos – esos célebres que tan a menudo decoran los balcones con las imágenes de la Virgen de los Dolores, las Angustias o el Rescatado –, las láminas y fotografías, las cintas de vídeo y, posteriormente, los DVDs que tantas veces venían de la mano de diversos periódicos y que solían completarse con otras publicaciones como lo eran las de Alto Guadalquivir y Córdoba Cofrade.
De igual modo, junto a las tradicionales estampas y llaveros, siempre a la venta en nuestras cofradías, se fueron popularizando otra serie de nuevas propuestas entre las que en ocasiones se incluían pequeños alfileres con las típicas figuras del costalero y la mujer de mantilla. También siempre disponibles se encuentran en diversos establecimientos el incienso – ahora además convertido en ambientador de coche – además de las cada vez más extendidas pulseras y, en definitiva, un sinfín de productos que pretenden reproducir de alguna forma los aspectos más representativos de la Semana Santa.
Incluso dentro del propio contexto que configura el marco cofrade, es muy posible encontrar otros componentes susceptibles de entrar a formar parte de dicho coleccionismo, sin tener en cuenta las infantiles bolas de cera y las clásicas “estampitas” que tanto llaman la atención del público. Estos no son otros que los caramelos con forma de nazareno que muchas hermandades reparten a sus miembros más pequeños y, en ocasiones, a algún afortunado espectador que quizá lo guarde indefinidamente en su envoltorio original.
Sin embargo, esta costumbre que tan reciente puede parecer, encuentra sus antecedentes en otros caramelos muy particulares y característicos de la Semana Santa sevillana. Se trata de los populares caramelos René que, tal y como compartía la Hermandad de la Trinidad en su cuenta de Twitter días atrás (@Hdad_Trinidad), se podían adquirir durante la pretérita década de los 40 y llevaba en su envoltorio una litografía que mostraba el hábito nazareno de la corporación así como su nombre.
El coleccionismo relativo a la Semana Santa, se extiende hasta un punto en que es igualmente posible encontrar a la venta los curiosos envoltorios de la marca anteriormente mencionada en distintas páginas de internet, mostrando el grabado de algunas otras cofradías hispalenses como la de San Bernardo y pasando a engrosar así el inventario de curiosidades a las que dio lugar el universo cofrade.