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miércoles, 19 de octubre de 2016

De trama simple: No es adiós es hasta luego…


Conocer a las personas en momentos difíciles hace que las relaciones sean realmente intensas. En poco tiempo se profundiza en sentimientos que en otras ocasiones tardaríamos años en experimentar. Hace unos días, un hermano, un conocido, un COFRADE, se acercó hasta mí, quiso el destino que por vicisitudes de la vida nos cruzáramos en un momento delicado. A él le toco luchar y mirar al futuro de una manera especial, a mí acompañarlo en un tramo del camino por el que todos tenemos que transitar. Su pundonor, sacrificio, esperanza y fe no fueron suficientes ante la cruel enfermedad, pero estoy convencido de que si lo fueron para él y para los que junto a él estaban día tras día. Tu fiel compañera y tú, habéis dado sentido a la vida hasta el último minuto y nos habéis dado una lección de amor y resignación a todos aquellos que hemos tenido el privilegio de compartir vuestro dolor más íntimo con humildad y valentía. 

Días después de irte, se publicaba en una red social una curiosa foto, su autor expresaba a modo introductorio lo que posteriormente se describía en la imagen, un abrazo entre hermanos lleno de sentimiento y sentido. En el comentario, se expresaba esa realidad a voces pregonada pero pocas veces entendida, la importancia del patrimonio humano de nuestras cofradías, y es que muchos buscan y rebuscan el secreto del éxito, sin darse cuenta de que la solución es tan cercana que casi nos golpea en los ojos. Buscan la tierra prometida, la grandeza, la expansión, alejándonos de lo humano y casi si me apuran de lo divino. Equivocan los caminos con emociones fáciles, sin percatarse de que la grandeza no reside en lo material pues la verdadera grandeza está en lo inmaterial. 

Bordados, orfebrería, exorno, carrera oficial, son grandes complementos que nos emocionan y nos llenan, igual que los mágicos sones de una corneta que sea capaz de dibujar la chicota más hermosa jamás soñada por un capataz o por una cuadrilla de costaleros, pero el verdadero tesoro que tenemos los cofrades, ese que parece estar cada vez más olvidado, reside en la amistad, en los sentimientos y en la Fe. Reside y se hace grande en el compromiso, en el compañerismo, en el sacrifico por el hermano. Se eleva a los cielos cuando se consigue unidad y cuando la palabra hermano alcanza su sentido literal. Cuando esos valores se extienden a nuestros comportamientos y a nuestra forma de afrontar la vida, y por qué no, también a la muerte, es entonces, cuando participar, pertenecer y ser miembro activo de una hermandad cobra todo su sentido, y mientras alguien nos mantenga en su recuerdo y en alguna de sus plegarias, seguiremos vivos para siempre.

Manuel Orozco





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