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domingo, 16 de octubre de 2016

Historia de una madrugada (II)


Esther Mª Ojeda. Si bien la Hermandad de la Buena Muerte comenzaba su andadura con el paso firme de su Santísimo Cristo en la madrugada del Viernes Santo de 1946, recibiendo con ello el elogio tanto del público como del resto de cofradías, sus miembros aún aguardaban la llegada indispensable de la que habría de convertirse en su nueva titular: Nuestra Señora Reina de los Mártires.

La ejecución de la bella dolorosa de la Madrugada fue, al igual que el Cristo de la Buena Muerte, un encargo que la hermandad confió al imaginero sevillano Antonio Castillo Lastrucci. Realizada igualmente en madera de cedro en torno al año de 1951, respondía a unas indicaciones muy precisas por parte de la hermandad, la cual transmitió a su autor su deseo de que la Reina de los Mártires guardase un considerable parecido con la hispalense Virgen de la Hiniesta, tallada por el propio Lastrucci en 1937.

Así y haciendo gala de una meteórica evolución, la corporación de San Hipólito incorporaba en su cortejo por primera vez a su Reina en la estación de penitencia del mismo año 1951. Cobijándola a Ella y despertando la admiración de los presentes tal y como sigue ocurriendo en la actualidad, su célebre y por aquel entonces inacabado palio. Una joya sin igual creada por las manos de Jesús Domínguez y Esperanza Elena Caro, quienes se encargaran de la orfebrería y los bordados respectivamente.

Con su llegada a principios de la década de los 50, la hermandad inició un período de incuestionable esplendor que además contaba con el favor de las Congregaciones Marianas, de evidente presencia en su cortejo procesional y dango lugar a una costumbre que se prolongó hasta bien entrados los 80.

A pesar de la tradición y el profundo convencimiento que ha llevado a la cofradía a ser el símbolo inequívoco de la Madrugada cordobesa, su historia cuenta con las excepciones que se produjeron en 1961, 1962 y 1963 – aunque en este último caso la lluvia impidió la estación de penitencia –, años en los que la Hermandad de la Buena Muerte abandonó temporalmente su jornada habitual para pasar a ocupar el primer lugar en la tarde del Viernes Santo. Este sorprendente cambio vino incentivado por el proyecto acometido por la Agrupación de Hermandades y Cofradías de trasladar la Carrera Oficial a los alrededores de la Catedral.

Tras ese intervalo, la hermandad pudo recuperar su itinerario hasta que, en 1973, la corporación de la céntrica Colegiata de San Hipólito volvía a dejar huérfana a su clásica madrugada para sumarse a las corporaciones del Jueves Santo. En esta ocasión, dicha modificación se debía a la falta de espectadores en la Madrugada del Viernes Santo, con lo que la Hermandad de la Buena Muerte presentaba su propuesta – con la aprobación del Obispado – para preceder a la Hermandad de las Angustias, evitando con este gesto cualquier problema que afectase a los itinerarios establecidos. Así y todo, la alternativa no fue demasiado bien acogida por sus miembros puesto que al año siguiente estos tomaron la determinación de reincorporarse a la Madrugada del Viernes Santo una vez más aunque realizando la salida a las 23.00 horas.

No está exenta la historia de la rigurosa hermandad de anécdotas que poco a poco han pasado a formar parte de un pasado. En él destacan la polémica salida de 1978 en el que la cofradía puso tan solo el paso del Santísimo Cristo de la Buena Muerte en la calle, ya que previamente los antiguos costaleros profesionales se opusieron a portar a la Reina de los Mártires, marcando el fin de una costumbre que empezaba a ser reemplazada por las nuevas cuadrillas de hermanos.

Tras ello, la corporación seguiría un imparable progreso durante el que se llevaría a cabo nuevos procesos de revitalización que pasarían por conformar jovencísimas Juntas de Gobierno y la definitiva modificación que permite que en 2004 las mujeres puedan dar un paso más en el seno de la cofradía pasando también a formar parte del cortejo procesional.

Con una trayectoria marcada por hechos tan relevantes como estos, y a los que hay que sumar las celebraciones del Cincuenta Aniversario Fundacional en los 90, o las jornadas de la peregrinación a la Basílica Menor de San Pedro y del Vía Crucis Magno, ambos presididos por la hermosísima Reina de los Mártires, la hermandad de la Buena Muerte sigue aún escribiendo con gran acierto las páginas de la historia que a ellos corresponde por derecho: las de la madrugada cordobesa.


Fotografía Hermandad de la Misericordia




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