Esther Mª Ojeda. Como ya hemos recordado en publicaciones anteriores de Gente de Paz, la historia de la devoción al popular Cristo del Amor encuentra sus orígenes en el representativo barrio cordobés de la Magdalena, concretamente en la Ermita de San José – a menudo conocida como Ermita del Crucifijo – donde se había constituido la hermandad que durante largo tiempo le había rendido culto al titular con la compañía de las imágenes restantes de su misterio, las cuales pudo recuperar posteriormente la Hermandad del Amor, a excepción de la desaparecida talla de la Magdalena, cuyo paradero sigue constituyendo una incógnita.
Aunque después de algunos años procesionando en soledad, la corporación del Cerro recuperó para el Domingo de Ramos las imágenes de la Virgen y San Juan Evangelista, evocando con ello un pasado que ya parecía enterrado, aquella antigua estampa que contaba también con los ladrones - y exceptuando la jornada del Vía Crucis Magno – es a día de hoy algo irrepetible. No solo por la habitual ausencia de los ladrones, sino también por la del paso sobre el que el Santísimo Cristo del Amor había recorrido las calles de la ciudad hasta la llegada del actual en el año 1990.
Aunque el querido crucificado tuvo en primera instancia un paso anterior costeado por el recordado párroco Don Pelayo en la década de los 50 – quién además corrió, generosamente, con los gastos de una más que necesaria restauración del titular – la novedad llegó a la cofradía del Amor con el estreno del nuevo paso en el año 1968, acogiendo en años posteriores la representación del Calvario recuperada para la actualidad, llegando incluso a incorporar más tarde a San Dimas y Gestas en 1973.
Aquel antiguo paso, enormemente pesado según algunos testimonios y realizado en caoba, iba además a ruedas como cabe imaginar por la fotografía tomada en el año 1983 en el que el crucificado se erige a los pies de la Calahorra momentos antes de cruzar el Puente Romano con el reseñable añadido de los hachones de cera rojos, así como el titulum – ubicado por encima de la cantonera superior – y la cruz propiamente dicha.
Sin embargo, el primitivo paso del Cristo del Amor pasaba a la historia con el anuncio del proyecto del actual, tal y como se hacía eco el Nuevo Diario de Córdoba en la sección de Hermandades en el verano de 1989. En él, Francisco Pérez aludía a la evidente evolución y progreso que las cofradías cordobesas estaban experimentando, las cuales comenzaban a ampliar o mejorar su patrimonio. Este era el caso de la corporación de Jesús Divino Obrero, que adquiría entonces un nuevo caso para el Cristo del Amor y entregaba el anterior a la Hermandad del Nazareno de Doña Mencía en aquel mes de agosto.
Ya en aquel momento, se adelantaba que el artífice de tan encomiable labor no era otro que el sevillano Antonio Guzmán Bejarano, quien ejecutaría la conocida obra de arte con madera de pino de Flandes y con las consiguientes y predeterminadas dimensiones, 3,12 metros de ancho por 3,50 de largo. Inspirado en el estilo Barroco, la ornamentación del paso se caracterizaría por la representación de los cuatro evangelistas en las esquinas además de incluir en la parte frontal un angelote sosteniendo un farol. Concluía el artículo con la manifestación del deseo colectivo de la cofradía y especialmente del entonces Hermano Mayor, Joaquín Santiago Fenoy, de que ya en la Semana Santa de 1990, el Santísimo Cristo del Amor pudiera estrenar, aun encontrándose en la primera fase, el paso de Guzmán Bejarano.