James Baker. Esta semana he experimentado una sensación de inenarrable plenitud que por instantes me hizo pensar que esta semana la mina de carbón se iba a quedar cerrada a cal y canto. Lamentablemente el pasado viernes encontré un motivo importante para censurar con mi flema británica a alguien importante.
Incienso: Para la Hermandad del Gran Poder por la magnífica procesión extraordinaria organizada, así como para todo el público que el Señor de Sevilla logró congregar y que mantuvo en todo momento una compostura digna de admiración. Very good job! Congratulations!
Carbón: Para el Obispo de Roma, a la sazón el Papa Francisco. Decir textualmente que "son los comunistas los que piensan como los cristianos" es meterse en un charco de porquería muy profundo a estas alturas de la película. Por supuesto cada uno es muy libre de pensar lo que quiera, claro (no curiosamente en los estados comunistas). Pero al hacer estas declaraciones me da la impresión de que el Santo Padre la historia del siglo XX no se la tiene muy estudiada. También me da pie a pensar que al propio Francisco le debió quedar pendiente una buena conversación con Juan Pablo II, que tuvo que vivir en su propia piel las magnificencias que reportó el comunismo en Polonia. Francamente pienso que el Santo Padre hubiera estado más acertado manteniendo el pico bien cerrado. El comunismo suma en su haber demasiadas vidas perdidas, demasiada pobreza, demasiada miseria e injusticia que francamente uno duda que el cristianismo busque crear una sociedad medianamente similar a la de los regímenes socialistas. El ferrocarril cargadito de carbón sale hoy mismo a su nombre. Es todo para usted, no tiene que compartirlo con nadie: igual que hacen los dirigentes de los países comunistas con la riqueza.