Esther Mª Ojeda. A pesar de que la sevillana Hermandad de la Hiniesta cuenta con una tradición que encuentra sus orígenes hacia finales del siglo XIV, en el que comenzó a rendirse culto a la Virgen del mismo nombre en la Parroquia de San Julián, su historia no ha estado exenta de luces y sombras. Unos que surgieron como consecuencia de la devoción a la gloriosa imagen y a la que comenzó a considerarse como protectora y patrona de la ciudad a raíz de múltiples rogativas entre los siglos XVI y XVIII y otros en los que la decadencia obligó a la total detención de la actividad hacia mediados del siglo XIX, problema que quedó resuelto con la reorganización de 1879 ya con una notable relevancia del carácter penitencial.
Fue un par de años más tarde cuando la cofradía recuperó en la Semana Santa la escena del Calvario que aunaba en su paso la imagen del Cristo de la Buena Muerte junto a la dolorosa también bajo la advocación de la Hiniesta a sus pies. Sin embargo, a finales de siglo la hermandad deja de hacer estación de penitencia hasta reorganizarse nueva y definitivamente en 1905 – ya tan solo con la imagen de la Magdalena en el paso de Cristo y con la realización del paso de palio para la Santísima Virgen – comenzando de este modo el convulso siglo XX por el que posteriormente la cofradía se vería terriblemente afectada.
Las complicaciones comienzan en 1932 cuando debido a la tensión e incertidumbre generadas en el panorama político, la hermandad decide no realizar su estación de penitencia. Bajo esas críticas circunstancias, el 8 de abril del mismo año la Parroquia de San Julián en la que residía la corporación sufre un incendio que desgraciadamente reduce también a cenizas las imágenes titulares y que fuerza tanto a la hermandad como a la parroquia a trasladarse a San Marcos.
Tras los tristes sucesos acontecidos, la corporación encarga al imaginero Antonio Castillo Lastrucci la ejecución de una nueva dolorosa que reemplazase a la primitiva Virgen de la Hiniesta – atribuida a Martínez Montañés – y en la cual encontró su inspiración. La nueva obra fue tallada en el año 1933 y finalmente bendecida el 10 de septiembre de ese mismo año en la Iglesia de San Marcos.
Sin embargo, no fue hasta 1935 cuando la cofradía pudo volver a hacer estación de penitencia con un crucificado cedido por la Hermandad de La Lanzada y la particularidad añadida de que en esta ocasión debió partir para ello desde la Iglesia de Santa Marina, de donde volvió a salir el 5 de abril de 1936 dejando una curiosa imagen que habría de quedar inmortalizada en una fotografía que mostraba una calle abarrotada de gente al paso del Cristo.
Unos meses más tarde, la Hermandad de la Hiniesta volvió a sufrir un revés con un nuevo incendio provocado el 18 de julio en la Parroquia de San Marcos y que acabó con los restos de la antigua dolorosa de la cofradía que se conservaban en la sacristía del templo y que también puso fin a la existencia de la reciente y hermosa obra de Castillo Lastrucci. Tras esta otra agresión, la hermandad debió trasladarse una vez más junto con la Parroquia de San Julián a la Iglesia de San Luis de los Franceses.
Sería ya en 1937 cuando Antonio Castillo Lastrucci realizase la nueva y actual imagen de la Virgen de la Hiniesta realizando tan solo un año más tarde la del Cristo de la Buena Muerte para una corporación que nunca dejó de resurgir de sus cenizas y que supo seguir adelante reinventándose y recuperando su destruido patrimonio durante los difíciles años de la posguerra.