Julia Nieto. En silencio entro en una conocida iglesia, cercana al Bailío. Y me quedo maravillada de la Madre de Dios, que vestida de luto y cabizbaja, llora implorando por su hijo. Un rosario cuelga de su brazo, en cada cuenta, una oración. Y es que cada misterio doloroso que reza, intenta predecir, todo lo que a su hijo aún le queda por sufrir. Despreciado por el pueblo. aún le queda mucha Sangre que derramar y mucho dolor por padecer, es por eso que las lágrimas que caen por tus mejillas, brotan como reflejo de tu ser.
No me ves aquí a tu lado, pues tu pensamiento ahora mismo, no está aquí. Estás absorta en tu dolor y no sé en que mundo estarás pero en el terrenal, por tu mirada distraída, me doy cuenta de que no. ¿Es que te imaginas a dónde irá tu hijo? Esa corte celestial de la que Él es Rey y Señor, ¿Es en ello en lo que estás pensando? ¿En cómo será ese Reino en el que Tú y yo creemos y por el que has consagrado tu vida a la voluntad de Dios?
No lo sé Madre, pero si supieras la importancia que tienes en el Cielo, que de todos esos Ángeles eres Tú la Reina, comprenderías por qué te miro tanto, pues no entiendo como siendo Tú quien eres, te has querido quedar aquí, tan cerca, a mi lado. Y es que te quedas porque te necesito, porque Jesús, te dejó como mi Madre y eres mi único pilar, eres mi único estribo.
Miro el reloj, ya es tarde y San Juan se ha ofrecido para ocupar mi sitio. Él se quedará a tu lado, porque en este mes de difuntos, es mejor que no estés sola y que alguien se quede a tu lado.