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jueves, 22 de diciembre de 2016

Crónica del Domingo de Ramos de 1974


Esther Mª Ojeda. Corría el año 1974 y, como siempre, la desaparecida revista Patio Cordobés aún se encargaba de analizar los pormenores de la correspondiente Semana Santa aportando, todo tipo de información, fotografías – que a día de hoy, resultarían de lo más curiosas a más de uno – y publicando entrevistas, artículos de opinión e incluso poesía.

En aquel momento, el Domingo de Ramos se configuraba de forma muy similar a como lo hace actualmente en cuanto a cofradías, pues tal y como se puede deducir de esa edición, solo la Hermandad del Huerto había dejado un vacío en la jornada más ilusionante de la Semana Mayor. Sin embargo, los detalles con los que se dibujaba la puesta en la calle de cada cual marcan una evidente y gran diferencia con el presente.

Para empezar, la cofradía infantil de la Entrada Triunfal había sido recientemente refundada, abandonando la Iglesia de San Juan y Todos los Santos, donde se erigió en sus comienzos, y pasando a establecerse durante un tiempo en el Santuario de María Auxiliadora. Dadas las circunstancias y tal y como comentábamos en anteriores publicaciones de Gente de Paz, no es de extrañar que la organización de la estación de penitencia estuviese a cargo de los directivos de la Hermandad del Prendimiento y tampoco que el Señor de los Reyes fuese acompañado en su totalidad por los niños del Colegio de los Salesianos – que por aquel entonces precedían a un único paso, de canastilla tallada y sobredorada –, llegando a contar en su nómina hasta 350 hermanos de entre 7 y 15 años de edad.

La tarde, por otra parte, se iniciaba con las Penas de Santiago, pues a pesar de su extensa historia en la que no faltaron épocas de decadencia, la hermandad había sido refundada en 1956 a iniciativa de un grupo de devotos del antiquísimo Cristo de las Penas. Como bien es sabido en lo relativo a la talla del crucificado, siempre ha habido quien ubica su realización en el siglo XIII frente a quienes afirman que posiblemente fuese un par de siglos más tarde. Sin embargo, aquel número de Patio Cordobés se inclinaba por la primera y más extendida teoría, recordando eso sí, el absoluto desconocimiento sobre la autoría.

Tradicionalmente, la imagen del Cristo de las Penas había procesionado en absoluta soledad, hasta que, el año anterior a la publicación del artículo, la corporación de Santiago adquiría a una bella dolorosa tallada por Antonio Eslava, bajo la advocación de Nuestra Señora Madre de los Desamparados, para acompañar al llamativo crucificado en su mismo paso, realizando junto a Él su primera estación de penitencia en el año de 1973. Una vez integrada en la cofradía, a la Santísima Virgen le había sido donado un manto por parte de la camarera mayor, Dominga Jiménez de Ruiz Polo, que estrenaría en caso de haber finalizado las fases de confección y bordado en la salida procesional de ese mismo año.

La Hermandad del Amor también se encontraba aún lejos de consagrarse como una cofradía de tres pasos en la ciudad de Córdoba junto al Señor del Silencio y la Virgen de la Encarnación, ya que por aquel entonces la de Jesús Divino Obrero solo contaba con el titular que da nombre a la corporación. Como rasgo llamativo, ese número de Patio Cordobés no podía dejar de recordar los curiosos antecedentes de la hermandad que encontraba sus orígenes en el barrio de la Magdalena, donde el pequeño crucificado ya había recibido culto, llegando incluso a constituirse una cofradía en torno a su efigie. A ese mismo pasado pertenecían también las tallas de la Virgen, San Juan y los dos ladrones que, curiosamente procesionaban también junto al Cristo del Amor ese mismo año.


En 1974, la Esperanza por su lado seguía unida a sus orígenes, pues tal y como Patio Cordobés hacía saber, en aquel momento, la hermandad aún estaba establecida en la Parroquia de Santa Marina, sede en la que se fundó en 1940 con grandes apoyos. Aunque por supuesto, en el año de la publicación Nuestro Padre Jesús de las Penas ya formaba parte de la cofradía y la primitiva dolorosa formaba parte del pasado de la cofradía. No solo los titulares eran obra del célebre imaginero cordobés, Juan Martínez Cerrillo, ya que los pasos sobre los que el Señor de las Penas y la Virgen de la Esperanza recorrían las calles de la ciudad habían sido asimismo fruto de su trabajo. Como detalle reseñable de cara a esa Semana Santa, la revista destacaba el previsto estreno del manto que le había sido bordado recientemente.

Como cabía esperar, solo la Hermandad del Rescatado podía cerrar las procesiones del Domingo de Ramos, en una estación de penitencia que tradicionalmente se ha convertido en una auténtica manifestación de la devoción que el pueblo cordobés profesa al que llaman su Señor. Sin embargo, el artículo publicado por Patio Cordobés parecía erróneamente afirmar – quizá más por un fallo de expresión que otra cosa –  que la propia imagen del Rescatado fue la “rescatada del poder de los infieles”, pasando por alto una posible mención a Jesús de Medinaceli.

Tal y como mencionábamos en otros artículos, para aquella fecha aún era posible ver la inconfundible estampa – ya perdida – del Señor procesionando sobre el característico y elevado paso tallado por Antonio Castillo Ariza mientras que la Virgen de la Amargura todavía lo hacía bajo el inusual palio ideado por Martínez Cerrillo en cuero repujado y policromado que marcara una época en el seno de la corporación del Alpargate.

Fotografías Patio Cordobés

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