Esther Mª Ojeda. Ya en publicaciones anteriores de Gente de Paz hacíamos un viaje al pasado del universo cofrade cordobés para remontarnos a los orígenes de la Hermandad de la Misericordia, sin para ello dejar pasar la oportunidad de mencionar el hallazgo del Santísimo Cristo en la Iglesia de la Magdalena por parte del que más tarde sería el hermano mayor y gran impulsor de la corporación, Francisco Melguizo.
Aquella remota visita de Melguizo a la después olvidada iglesia, se traducía posteriormente en la institución canónica de la hermandad en la Parroquia de San Pedro en 1937, año en el que también la cofradía realizaba su primera estación de penitencia en la jornada del Miércoles Santo aunque tan solo con su titular cristífero, el cual había sido objeto de una intensa y antigua devoción desde antes del siglo XVII y hasta que la Magdalena se cerró al culto ya en 1929.
Con tales antecedentes, la Hermandad de la Misericordia podía perfectamente considerarse como la corporación que recibía el testigo de una anterior asentada en la Magdalena bajo la denominación de Muy Ilustre Confraternidad del Santísimo Sacramento, la cual ya había rendido culto al Santísimo Cristo de la Misericordia - anteriormente conocido como el Cristo del Sagrario por ser esta la ubicación que le había sido designada – tal y como consta en los libros de actas de la primitiva cofradía.
Sin embargo, la actual hermandad de San Pedro se encargaría de recuperar para sí otra antigua devoción incorporándola al culto y a la salida procesional en el año 1950, perpetuando la historia de la conocida como Hermandad del Santo Rosario de los Dolores de Nuestra Señora, erigida en 1772 también procedente de la Iglesia de la Magdalena, concretamente de la Capilla de los Dolores o “Capilla de los Armentas” – situada en el evangelio, donde aún se conserva la hornacina que debió albergar la imagen – pues había sido fundada en 1413 por Rodrigo Alfonso de Armenta.
Probablemente el nombre con el que se había popularizado aquella antigua y olvidada capilla recibía el nombre de la advocación de Nuestra Señora de las Lágrimas en su Desamparo, pues antes de pasar a ser imagen titular de la Hermandad de la Misericordia había sido conocida como “los Dolores Chicos”, ya que tanto Ella como su original cofradía procedían de la Capilla de los Desamparados – luego casa situada en la esquina de la calle Ramírez de las Casas Deza con Conde de Torres Cabrera – lugar donde la talla permaneció tras dejar de pertenecer a la Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores que, asimismo, había sido fundada a finales del siglo XVII en el cercano Hospital de San Jacinto de Capuchinos.
Al igual que la imagen del Santísimo Cristo de la Misericordia, Nuestra Señora de las Lágrimas es una talla anónima que igualmente data del siglo XVII teniendo en cuenta la fundación de su primitiva corporación, aunque muchos son los que han coincidido en situar su creación en el siglo XVI. Dada su antigüedad y el tiempo que la bella imagen había permanecido en el olvido, la cofradía del Miércoles Santo no dudó en someterla a un proceso de restauración que llevaría a cabo Rafael Díaz Fernández y gracias a la cual se descubrió que, a diferencia de lo que cabía esperar, la Virgen de las Lágrimas no había sido tallada en madera sino en terracota policromada.
A la mencionada anécdota, cabe sumar otra igualmente curiosa, pues algunos testimonios de personas cercanas a Francisco Melguizo, aseguraban que había sido el fundador de la Hermandad de la Misericordia el encargado en ponerse en contacto con Juan Martínez Cerrillo para encargarle la hechura de una Virgen que más tarde sería María Santísima de la Paz y Esperanza. No obstante, el destino quiso que, en una de sus visitas a la Iglesia de la Magdalena, Francisco Melguizo descubriese la imagen cubierta de Nuestra Señora de las Lágrimas, luciendo un rostrillo negro que hizo resaltar el hermoso rostro de la Virgen, dejando a Melguizo absolutamente impresionado. Ante esa certeza, el reconocido impulsor de la Misericordia no pudo sino volver a ponerse en contacto con Cerrillo para rechazar el encargo de su obra, lamentando las molestias ocasionadas y asegurando pagarle por ella, pues para entonces Melguizo ya estaba seguro de haber encontrado en la Virgen de las Lágrimas a la ansiada dolorosa de la cofradía.
Fotografía Patio Cordobés