Dicen que el tiempo es el juez que a cada cual da su sitio. A estas alturas de la película, no sabría decir qué hay de verdad en esta cita, aunque a veces lo parezca. No se trata de rescatar culpabilidades, ni siquiera de recordar el pasado a memorias olvidadizas, aunque el recuerdo esté en nuestros corazones grabado a fuego.
Ahora, cuando el capricho del paso del tiempo vuelve a situarnos en una encrucijada y regresan a buscar acomodo los de siempre, los que cambian el paso con la misma facilidad con que el sol abandona cada amanecer la línea del horizonte, es cuando los que siempre fuimos fieles a nuestras ideas, los que permanecimos coherentes con nuestros sentimientos, una vez más abrimos los brazos, para recuperar y ser recuperados, tal y como dijimos hace tiempo, mucho tiempo, con la generosidad infinita de quien no necesita nada más que su dignidad para ser feliz.
Atrás quedarán las palabras de distancia, el silencio y la miseria cuando el nuevo horizonte se ilumine con la luz del nuevo futuro. Ese nuevo futuro que se preñará de predicadores propietarios de todo y responsables de nada. No importará si aquellos que en su día fueron cómplices de la dictadura más despiadada se presentan ahora como adalides de la democracia, porque los que la abanderamos entonces no haremos otra cosa que volver a pedir y a decir lo que siempre defendimos; libertad, humildad, paz y respeto, sin reproches ni arrepentimientos, con la tranquilidad de que el tiempo nos dio la razón y con la seguridad y sosiego de permanecer en el mismo sitio desde hace años, desde hace siglos, imperturbables.
Regalaremos nuestro reino a los que navegaron a otras orillas, a los que colaboraron a convertir el paraíso en purgatorio por acción o por omisión... y sin pedir a cambio absolutamente nada. Solamente poder seguir respirando en la ribera de la gloria misma. Para otros los tronos y los reconocimientos, los aplausos y la relevancia, porque a algunos, unos pocos, nos bastará con volver a sentir que el tiempo fue justo después de tantos avatares y tanta lejanía, aunque el futuro olvide el nombre de quien puso la otra mejilla una y otra vez... Encontraremos justicia entre el olvido de los que fueron y nos refugiaremos en nuestro pequeño rincón de libertad verdadera, pase lo que pase, sin corbatas ni medallas, sin placas ni homenajes, en la esperanza de obtener la única recompensa pretendida, de sentir de vez en cuando, una tarde cualquiera, que los muros que cobijan a quienes dirigimos nuestras oraciones desde niños vuelven a ser hogar después de ser frontera tanto tiempo.
Ojalá que el tiempo sea ese juez que a cada cual da su sitio... ojalá que el sueño se haga al fin realidad... y termine la pesadilla.
Ojalá que el tiempo sea ese juez que a cada cual da su sitio... ojalá que el sueño se haga al fin realidad... y termine la pesadilla.
Guillermo Rodríguez