El reloj de péndulo de la Capilla
del Sagrario del templo parroquial del San Miguel marcó las nueve de la noche,
y con ello, el inicio de la Exaltación Eucarística, en las palabras de Fray
Ismael Maroto, comendador de la orden mercedaria en Jerez y presentador del
exaltador, en esta ocasión, Ignacio Pomar, ‘Tacho’.
La historia de la festividad, así
como la ‘custodia’ que encierra en su interior el cuerpo de Tacho para exaltar
el Corpus Christi, fueron las ideas principales que le llevaron, en su
discurso, a cederle el testigo en el ambón con un abrazo entrañable, en el que
Tacho escuchó y Fray Ismael alabó su persona.
A partir de aquel momento, las
humildes y a la vez grandes palabras de Tacho inundaron nuestros sentidos y
nuestra alma del Dios del Sagrario hecho exaltación, doctrina y discurso. El
primero de los dos romances del exaltador estuvo dedicado a todas las
hermandades sacramentales de nuestra ciudad, concluyendo en la Sacramental de
Santiago, precursora y organizadora del acto, “para dar culto a Dios mismo,
Hostia pura, Hostia Santa”. Las maravillas del Dios Sacramentado, qué es en sí
el Cuerpo de Cristo, la Eucaristía, el Sagrario… El desconocimiento de qué se
dice, qué se hace y qué se cuenta en el Sagrario, o incluso el caso de los
‘sagrarios vacíos’, ocuparon una prosa entrañable a la vez que melancólica y
preocupada por la festividad que exaltaba. ¿Qué sucedería si quien nos
estuviese esperando en la Iglesia o saliese a nuestro encuentro el domingo
próximo fuese el Papa Francisco? Pregunta a la que la asistencia de fieles y
público, a la misa parroquial y a la exaltación eucarística respectivamente,
daba respuesta con un desinterés tan sórdido como inexplicable.
Cuatro décimas para mayor gloria
de Jesús Sacramentado, así como un bello romance que aludía al lugar donde Dios
siempre nos espera, “en un lugar pequeñito con su lamparilla grana”, cerraban
la breve e intensa intervención literaria de Tacho, pues el broche final vino
de la mano del pródigo tintero de Antonio Gallardo, con una décima que Tacho
recitó para deleite de los asistentes, dando por finalizada de esa gentil
manera su intervención.
Humildad, sencillez y un profundo
y personal sentimiento cristiano son el legado de la Exaltación Eucarística de
Tacho. Un acto íntimo que Jerez, por desgracia, aún desconoce.