Una semana más me asombro ante la presencia de mi Padre en mi vida y es que me sigo quedando perpleja cuando me paro a pensar y me doy cuenta de que está en los lugares más recónditos y en los momentos más personales.
Ya tocaba dejar de hacer referencias hacia tu persona y escribirte algo que fuera íntegramente para ti. Aquí lo tienes, a tu disposición están mis palabras, mi tiempo y mis ganas de seguir.
La vida ha hecho un milagro contigo, disfruto ahora de un hombre en el cuerpo de un niño que combate los problemas dignamente y que timonea mi vida con su sonrisa pícara.
Estaba Dios entre tú y yo cuando me decías adiós con la mano y me mandabas el último beso antes de subir al tren, fue como si tus labios se hubieran posado sobre mi mejilla, como si estuvieras alborotándome el pelo y haciéndome de rabiar, paradójico estar sintiendo eso cuando comenzaba una semana más el echarte de menos.
Y es que aunque no lo creas hay veces en las que se te escapa que hay alguien que debió juntarnos, que hay alguien que me puso en tu camino, alguien que quería que fueran más fáciles tu vida y la mía.
Y es que aunque no creas, aún no he podido olvidar cuando me dijiste: "eres un milagro". El milagro de la vida cobró sentido ese dos de enero, cuando tú, Salvador salvado, llegaste a este mundo para ser culpable de mi sonrisa. De eso, y de otras tantas cosas.
Y es que aunque no lo quieras creer, mi Oración iba aquel Domingo de Ramos Amarrada a ti. "Candelaria, luz de vida, cuida de quien cuida de mí como niña, como mujer, como futura madre, cuida de él".
Y es que aunque no quieras creer, eres una bendición para tus padres; auxilio del terremoto que esperaba tu llegada a su vida con pocos años de edad, tu hermana; referente de unos ojos marrones que sueñan con ser verdes como los de su tío; apoyo para mí, que creyente, creí en ti, y tú creyendo en mí, creíste en Él.
Amen los momentos más pequeños de la vida, los instantes más fugaces, los segundos más breves. En cada momento, en cada instante, en cada segundo está Él, con sus manos abiertas clamando al cielo; Él, con las heridas en sus palmas, con esos hilitos de vida deslizándose por su frente; Él, fiel a las causas perdidas, a los hombres sin nombre, a las relaciones heridas; Él, que dispuso mi presencia ante tan denotada ausencia de amor en tu vida.