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lunes, 23 de febrero de 2015

Entre la Ciudad y el Incienso: Nuestra historia en sus manos



Son las manos,
las mismas que se posan
expectantes,
las mismas que acarician
atentas,
las mismas que se desatan
en el momento mismo
en que la soga sirve de coraje
en los días en que esas mismas manos
se liberan del yugo del mundo
que intenta mantenerlas apresadas.



Blas Jesús Muñoz. En sus manos, atadas pero firmes,  se encomiendan pesares y agradecimiento. Pues nuestro discurrir se construye en el devenir cotidiano para confluir en los días que pasan corriendo entre agitación y gloria. Devenir cotidiano de pesares y cuitas, de pequeñas victorias y alegrías sobrevenidas. Devenir de recuerdos postergados que, en apenas unas horas, brotarán ante su manantial certero de necesidad.

Necesidad que nos lleva sus manos que guardan la promesa de la Alianza. Cautivo y Rescatado de y por nosotros. De nuestros anhelos, de la necesidad que nos impera, del sentimiento que nos provoca, de la soledad que acecha, de lo cotidiano tornado en extraordinario al enfrentarnos a su mirada; a las manos del Jesús Rescatado que nos libera y nos entrega su ser para que alcancemos el nuestro, el propio.

No es Domingo de Ramos ni Semana Santa, sino el día en que las manos de Rescatado son las nuestras llamando a la vida.









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