Blas Jesús Muñoz. Podríamos retomar el pulso del tiempo en que un famoso periodista de antaño dormía con una foto de la Virgen de la Estrella y una pistola, ambas bajo la almohada. Fueron otros tiempos con una distancia relativa, en lo cronológico, pues aun no ha pasado un siglo, lo cual en historia es nada. Y en lo sentimental, pues aún hoy la frustración de antaño parece perdurar.
La raíz es otra. Nadie puede sentirse consternado por hechos que no le incumben en tanto no los vivió. Como tampoco se pueden justificar en un supuesto mal de las cofradías hacia nadie porque no es cierto. Si bien se han criticado ciertas actitudes de ciertos cofrades, no es menos cierto que las mismas no dejan de ser anecdóticas en relación a la coexistencia social. Un cofrade puede ser palmero de un político, igual que un político puede ser palmero de colectivos a los que requiere su voto porque ese voto es su pan y no su vocación.
Por si no me he explicado. La política hace mucho que dejó de ser vocacional y se convirtió en un trabajo cualquiera, motivo por el cual se ha venido prostituyendo hasta nuestros días. Probablemente, de forma similar a cierta prensa -si es que alguna vez no lo estuvo- y no por ello vamos a la puerta de un periódico o aprovechamos que sale del ayuntamiento para insultar. Ahora, me dirán que sí se ha hecho, cierto, pero es en respuesta a una actitud que el manifestante cree que se le ha infligido.
Y me pregunto, qué acción ha realizado el Señor del Buen Suceso para ser insultado. Se justificará con que los chavales estaban de fiesta o que con que las procesiones y demás son una provocación. Pero la provocación tiene un camino de ida y vuelta y, a veces, hasta el más cristiano responde.
Los hechos se van acumulando y quienes tienen que hablar callan, pero no olviden jamás que el silencio no es eterno y, probablemente, el día que las gargantas canten nos llevemos o se lleven las manos a la cabeza.