Blas Jesús Muñoz. Cuanto van a leer en las siguientes líneas no es más que un merecido homenaje a aquellas devociones -sean de donde fueren- que no hallan lugar donde expresarse. El título y la fotografía ya son aclaratorios, pero sepan que (aparte de mi devoción personal), la Esperanza, la Macarena representa la universalidad de la Semana Santa tal y como la concebimos, toda vez que su fama ha hecho de nuestra mejor celebración de religiosidad popular un emblema que evangeliza por el mundo.
A la Esperanza, al corazón que me late en San Lorenzo, en La Compañía, en Santa María del Soterraño y que palpita más y más cada vez que ha tenido la oportunidad de verla a solas entre miles de personas. A la Esperanza le debo la luz de mis mañanas de Jueves Santo, cuando al despertar el corazón se encoge en la garganta, anunciado la venida.
Es una buena nueva, una letanía antigua, miles de ritos, de madrugadas de Viernes Santo observando atónito las manos firmes de mi abuela anudándome el cíngulo y, sin saberlo o perfecta conocedora de ello, atando mi vida a las devociones que me verían crecer y descubrir.
Nunca perdí ese asombro y por ello sigo en esta pelea que sé perdida, mas hace mucho que gané la batalla sin saberlo. Con el impulso de esta mañana de Jueves que abre el telón de mis días les pido que disfruten o lo hayan hecho ya. Que mire -quien así lo desee- la mirada infinita de la Esperanza, la misma que a cada uno nos dice una cosa distinta, pues sabe cuanto necesitamos. Y permítanme que siga soñando y recordando a quien le debo todo este amor que hoy ya es más grande.
Recordatorio Enfoque: La Banda de Cornetas de la Salud