Suspira el querubín por una vieja gloria que, bajo un farol y junto a una cuesta, susurra al oído de un cofrade que ostenta el puesto que él tuvo y así intentar seguir en espíritu en el cargo emérito. Y también susurra los tímpanos de un periodista al que dictó tantos artículos para derribar gobiernos y afianzar el propio, cuando era la salsa de todos los platos.
Suspiros alados por ese hombre de especial sensibilidad que iluminó el camino de las salidas porque sí, porque los cumpleaños son todos extraordinarios porque solo se dan una vez al año. Y marcó a cofradías el devenir de su río procesional.
Suspira el Ángel nostálgico por ese cofrade excelso que era el guardián de la Cruz, el rey de cualquier comisión, el oráculo de los que están, la inspiración de los que han de venir, la gloria del techo de palio, el niño en el bautizo... Suspira porque lo echa mucho de menos.
Joaquín de Sierra i Fabra
Recordatorio El Suspiro del Ángel: Un voto que lo cambió todo