La fiesta del Corpus (trasladada de jueves a domingo) es como una prolongación del jueves santo, el día en que Jesús instituyó la Eucaristía.
Es un precioso invento. Que Jesús haya encontrado la forma de estar en el cielo y estar cerca de nosotros hasta el fin del mundo es verdaderamente asombroso. Por eso, a lo largo de los siglos tantos santos han quedado atraídos por la Eucaristía, como la mariposa queda fascinada por la luz. Ya no sabe salir de esa órbita. No se entiende la vida de un cristiano que no quede asombrado –y viva de ese asombro- ante Cristo Eucaristía. Este año damos gracias por la Adoración Eucarística Perpetua, que ha encontrado eco intenso en tantos adoradores de Córdoba, de manera que día y noche todos los días del año Cristo sea adorado y nos traiga torrentes de gracia para nuestras vidas y nuestras comunidades cristianas.
En la Eucaristía se hace presente eficazmente el sacrificio redentor de Cristo, que entregó su vida en la cruz por la redención del mundo. Siendo Dios y hombre verdadero, la ofrenda de su vida es de valor infinito y su sangre lava todos los pecados. “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros”. Participar en la Eucaristía es unirse a Cristo que se ofrece por todos. Todo el sufrimiento del mundo adquiere valor unido a Cristo que se ofrece.
Y se nos da como alimento, en la forma de pan y de vino, convertidos en su cuerpo y en su sangre: “Tomad, comed, que esto es mi cuerpo. Tomad, bebed, que esta es mi sangre”. Y al recibirlo como alimento, alimenta nuestra vida. La Eucaristía es alimento de vida eterna: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”. Comiendo de la misma comida entramos en comunión unos con otros, es Jesucristo el que nos une en su cuerpo, como el racimo a la vid, para dar frutos de vida eterna.
La Eucaristía es el sacramento que alimenta en nosotros la caridad cristiana. No tiene sentido que comamos a Cristo en la Eucaristía y mantengamos rivalidades, envidias y desamor entre nosotros. Comulgar con Cristo y comulgar con el hermano. Una comunidad eucarística es una comunidad en la que todos se aman con el amor de Cristo, en la que todos aportan lo mejor que tienen y en donde las rivalidades se superan por un amor sincero, que reconoce los valores del otro. La paciencia para soportar los defectos del prójimo es una obra de misericordia que se alimenta en la Eucaristía. “Mirad cómo se aman”, ha sido siempre el atractivo de una verdadera comunidad cristiana.
Y esa caridad cristiana, alimentada en la Eucaristía, se prolonga con los más necesitados, saliendo al encuentro de ellos para compartir con ellos lo que nosotros hemos recibido: los recursos de todo tipo, según las necesidades de cada uno, e incluso el don precioso de la fe, que se nos da para comunicarla. Este año en Córdoba estamos celebrando el 50 aniversario de Cáritas diocesana, y es el día del Corpus el día más apropiado de esta institución de caridad. Damos gracias a Dios por todos los que han colaborado en esta institución de Iglesia, que promueve la caridad de todos para favorecer a los más necesitados. El mandamiento nuevo del amor fraterno, “Amaos unos a otros, como yo os he amado”, es el motor constante de Cáritas. Caritas no es una ONG cualquiera, es la caridad de la comunidad cristiana para servir a los pobres de la diócesis.
Por todas estas razones, la procesión del Corpus no es una exhibición de los que desfilan, sino una proclamación solemne de nuestra fe en la presencia de Cristo en este precioso sacramento, y un testimonio agradecido ante los demás de nuestro compromiso de amor con todos, especialmente con los más pobres.
La fiesta del Corpus es la presencia viva de Cristo, que alimenta continuamente a su Iglesia. Venid, adorémosle. Venid, comamos de este pan bajado del cielo. Venid a reponer fuerzas para seguir amando a todos. Venid, que en este sacramento se encuentra el tesoro de la Iglesia para todos los hombres.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba.