Primer artículo de este mes de junio
en el que, Corpus Christi aparte, la actividad del cristiano y la del cofrade
–especialmente- empieza a decaer alarmantemente. Pero Dios no se toma
vacaciones, como dice el Director Espiritual de mi Hermandad. El artículo no va
a ir por ahí, pero quería dejarlo plasmado: el cofrade tampoco se toma
vacaciones en su labor.
Hay una amplia gama de ejemplos que podría ofrecerles, seguro que a usted
ya se le ha venido alguno a la cabeza. A mí, así a bote pronto, se me ocurre
uno que puede ilustrar a la perfección lo que trato de decir. ¿Hay problema de número
costaleros en una Hermandad de negro? Fácil, sencillo y para toda la familia:
le metemos una banda detrás al paso para que al calor de las marchas acudan
costaleros para sacar el paso. Poco importa que a estos no les importe
demasiado lo que llevan sobre sus hombros, prestando más atención a lo que va
detrás. Con tal de poder sacar al misterio a la calle, el fin justifica los
medios. Poco importa que lleven ruán y esparto sobre el lúgubre negro que
reviste a los nazarenos. Poco importa la trayectoria histórica de la Cofradía y
el modo en que ha procesionado durante tantas décadas, incluso siglos. Lo único
que interesa es el aquí y el ahora, solventar la situación como se pueda. Falta
valentía para afrontar el problema de raíz, y sobra acomodación al motivar la
creación problemas distintos del tallo del anterior. En el ejemplo concreto que
les he puesto, es evidente que la música procesional es algo que atrae al
costalerito de turno, pero… ¿es la solución al problema original? Absolutamente
no.
Si fuera al contrario, las Cofradías
de silencio tendrían los días contados en la Semana Santa: todas comenzarían a
incluir acompañamiento musical tras sus pasos para atraer costaleros como quien
atrae mujeres u hombres con ropita ajustada y enseñando cacho. Quizá no sea el
ejemplo más políticamente correcto, pero refleja fielmente a lo que pretendo
hacer referencia. Quien se acerque se estará fijando exclusivamente en el
exterior, y poco importará lo demás, probablemente no sea una relación duradera.
El problema no es que un Sagrado Titular se quede un año sin procesionar sobre
su paso –siempre existe la parihuela-, el verdadero problema es que el cofrade
de a pie en general percibe cada vez menos el encanto en el rachear callado del
costalero, en la levantá del paso al tercer golpe de llamador, sin que el
capataz tenga que lucirse con algunas palabras sacadas de algún otro vía
YouTube. Y esto, querido lector, como siempre tiene la misma solución:
formación, formación y formación. Creo que lo habré repetido en mi columna
virtual en unos tres de cada cuatro artículos, pero es que pienso firmemente
que la solución al 99% de los conflictos relacionados con las Hermandades es
una formación católico-cristiana de calidad.
Dejando de lado este ejemplo, con el
que me he extendido con el fin de dejar meridianamente claro a lo que me
refería con “la acomodación del todo vale”, me gustaría detenerme en la
causalidad de la misma. Los motivos que propician que se tomen decisiones a la
ligera con el objetivo de salir del paso pueden ser de distinta índole. Desde
las prisas de la vida de la sociedad actual, que impiden tomar decisiones
meditadas en el seno de una Hermandad, hasta el peso específico de aquellos
miembros de Junta de Gobierno que, ya cansados de Cofradía –para qué
engañarnos, es un mundo que quema mucho-, serían capaces de decidir una
cuestión importante lanzando una moneda al aire, con el fin de no calentarse la
cabeza –hablando en plata-. Todo ello pasando por el desconocimiento de los
cofrades. Desconocimiento de su propia Hermandad, de dónde viene y qué
idiosincrasia ha llevado a gala históricamente, del sentido de la Semana Santa,
oculto en un bosque que el cofrade no es capaz de discernir de un puñado de
árboles. Hasta desconfianza en la capacidad de resolución de problemas por
parte de los demás, y por querer hacerlo todo uno mismo, descuidar la calidad
del trabajo. Bajo el amparo del “todo vale”, y con la excusa de que la inmensa
mayoría del público en Semana Santa no se dará cuenta de las posibles carencias
o poca calidad del trabajo, podemos estar tirando piedras sobre nuestro propio
tejado, hasta que la casa se nos caiga encima.
Lo cierto es que la desidia normalmente
termina venciendo la batalla al ímpetu. Un ímpetu que puede estar relacionado
con la juventud y una desidia que puede achacarse al exceso de tiempo pasado en
una Junta de Gobierno. O al contrario, que de todo hay en la viña del Señor.
Como decía anteriormente, el mundo cofrade genera un gran desgaste a todo aquel
con la valentía suficiente para formar parte de una Junta de Gobierno, y llega
un punto en el que comienza a dar igual cómo se hacen las cosas. Es un aspecto
inherente de la vida del cofrade, pero tan habitual debería ser el saber cuándo
hay que dar un paso atrás y dejar a otro tomar el testigo. Eso se llama
ejercicio de responsabilidad. Cualquiera, con cualquier actitud, no puede estar
en el seno de una Hermandad. La acomodación no debería entrar en el diccionario
de ningún cristiano, mucho menos de uno cofrade.
José Barea
Recordatorio Verde Esperanza: Oración