La insultante falta de formación ya está causando estragos en las
Hermandades, sometidas cada vez más a las decisiones caprichosas del iluminado
de turno, miradas con recelo pero a la vez indiferencia de aquellos que ya peinan
canas o que, simplemente, están cansados de luchar contra la ignorancia. Ya he
hablado sobre ello alguna vez, quienes ya llevan un tiempo en el seno de una
corporación sufren del lógico desgaste del “oficio”, lo que provoca cierta
tendencia a la relajación y a tomar decisiones para sobrevivir como se pueda. Y
otros que simplemente se cansan de luchar contra una “multitud” que es tan
ruidosa como ilógica, y terminan dando el brazo a torcer en decisiones que ni
de lejos aprueban. Todo ello con la consecuente pérdida de esencia, cuando no
de calidad general, en la propia Hermandad.
Cada vez encontramos más jóvenes en las Juntas de Gobierno, y ocupando
cargos importantes. A priori parece positivo, pero lo cierto es que,
analizándolo en profundidad, no siempre es así. No lo es porque estos jóvenes
provienen, en su mayoría, de una formación católico-cofrade de poca calidad cuando
no inexistente. Y aún así, les escogen para formar parte de las Juntas de
Gobierno, no por méritos o por ser “futuras promesas” –ojo, en algunos casos
sí, estoy generalizando-, sino porque “no hay otro al que elegir”. Es una
dualidad contradictoria, causa alegría ver a jóvenes implicados en las
Hermandades, pero causa tristeza e impotencia comprobar que esto sucede porque
no hay nadie más que quiera formar parte del seno de las mismas, y sin importar
si ese/esa joven está verdaderamente preparado.
Nadie nace sabiendo cómo ser un buen miembro de Junta de Gobierno, eso es
evidente. Pero percibo que lo único que le importa a las nuevas generaciones
cofrades es la parte folclórica de una Hermandad, descuidando lo esencial. Poco
le importa a la juventud de hoy en día la caridad, lamentablemente, o la
asistencia a cultos o a la Eucaristía de los domingos. Se prefiere asistir a la
representación de la Cofradía en procesiones luciendo chaqueta y medallita,
figurear en definitiva, y todo ello con la triste condescendencia de los demás
miembros de la Junta, porque si se prescinde de ellos, no hay nadie.
El problema no está en la juventud en sí, evidentemente. Su raíz está en
la dejadez del ámbito de formación que han tenido las Cofradías, y que ha ido
causando que las personas que se acercan por primera vez a ellas, sólo se fijen
en lo externo, sólo se les haga ver la importancia de sacar un paso a la calle.
Pero la consecuencia principal de este problema es que quizá estemos
presenciando el epílogo de las Hermandades como instrumento de evangelización e
igualdad social. No se asusten lo que les digo, si a día de hoy estos jóvenes
descuidan áreas como la caridad y la liturgia, piensen qué pasará dentro de 20
años, cuando los veteranos cofrades de una Hermandad ya no estén. ¿Qué atención
se le prestará a los cultos y a la caridad? ¿Lo que exija el obispado? Quizá ni
eso, lamentablemente.
Llámenme cenizo, tíldenme de negativo, pero este que les habla comienza a
percibir que los buenos, y discúlpenme el pecar de prepotencia, comenzamos a
perder terreno. Ya no somos mayoría, sino minoría. El folclore comienza a ser
mayoritario en el orbe cofrade en detrimento de lo espiritual. Parece más
importante tener una casa con una fachada despampanante que el hecho de que su
contenido esté vacío. Es la inquietud de un joven cofrade preocupado por lo que
puede llegar a venir, algo que ya no percibo tan lejano: el alejamiento de las
Hermandades de la Iglesia, la desvirtuación de la religiosidad popular en una
simple fiesta popular sin Dios.
José Barea.