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miércoles, 30 de septiembre de 2015

El cáliz de Claudio: Tontos con sombrero


Que a las cofradías les pierde la boca es una realidad palmaria. Que en su funcionamiento interno deberían mejorar muchas parcelas del mismo, desde luego. Que su democratización es inherente a su existencia, por supuesto. Que un poco más de autoridad no sería desaconsejable en el seno de las hermandades, por descontado. Que el enemigo está fuera, aunque el que está dentro resulta más peligroso, desde luego.

A la hora en que le doy el penúltimo sorbo a este cáliz, probablemente un concejal se halle explicando a los hermanos mayores la postura de su alcaldesa con respecto a las cofradías. No piensen que el título va por él. Nada más lejos de la realidad. Va por quienes crean en la buena voluntad de sus intenciones que, en el fondo y en la superficie, no son más que bandazos a conveniencia de una actitud estudiada para acallar a sus compañeros de gobierno y dotarse de una falsa centralidad ante la opinión pública.

Ellos no creen en la izquierda o en la derecha, creen en las encuestas, los sondeos de opinión, los votos y el sillón. Quienes estuvieron y están utilizan las cofradías como un arma más con la que obtener el mayor rédito posible. El que les dejemos y se lo dejamos todo. Y si no me creen miren a Córdoba, su presente y pasado más o menos reciente, y reconozcan que es una chufla tendida al sol de los sitos de la albolafia del antiguo Betis, ahora Guadalquivir (ese nombre de raíz islámica no es ofensivo como el término Catedral).

A mi me parece bien que el Teniente de Alcalde vaya a la asamblea, a la que alguna vez fue su casa y, sobre todo, si algún hermano mayor se las pinta de periodista de los de verdad (no de los sucedáneos que leemos por aquí y por allá) y lo pone contra las cuerdas, aunque tan sólo sea unos minutos valdrá la pena como la canción de Marc Anthony.

Sin embargo, echo en falta que más de un prudente, de esos que bloquean en redes sociales a sus antiguos amigos, se convierta en héroe o símplemente haga su trabajo y diga cuatro verdades. Pero no pasará porque se tapará con las sábanas con miedo al fantasma de la anterior Semana Santa y no se atreverá a decir que nunca fue cofrade quien se burla de las cofradías comparándolas con juegos de mesa que huelen a vino añejo y poniendo por delante al partido.

No se trata ni siquiera de de relacionar lo cofrade con lo celestial, aunque no haya salvación fuera de la Iglesia para el verdadero creyente. Lo que está claro es que no hay salvación para las cofradías fuera de ellas. Y, si aguardamos la venida de un Mesías, aparte de tontos con sombrero, la idolatría nos condenará irremisiblemente. 

Blas Jesús Muñoz










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