La mañana del lunes nos desayunábamos con el anuncio de la Hermandad de las Angustias sobre su Capataz para la próxima Semana Santa. Ángel Muñoz, hermano de la corporación de San Agustín, sucedería en el cargo a David Arce, que solo ha durado un año en el martillo de la Señora, para la mayoría, con más valor artístico de la ciudad. Espero más cambios aún en la Cofradía, ya se sabe, cuando entra un nuevo regidor en la Hermandad, pueden cambiar muchas cosas debido a las diferentes ideas y las ganas de querer cambiar, o a su modo, arreglar cuestiones que son o no mejorables. Todo mi apoyo tanto para la nueva Junta de Gobierno, como para mi amigo Ángel, que pondrá su estampa amable a la mirada del corazón, frente a la que es su Madre.
Y es que, si, me queda algún que otro amigo frente a los martillos. Se van poco a poco maestros, se van retirando, como el que decide dejar paso a quien debe continuar el trabajo que ellos, con aquellos medios, los de entonces, con el conocimiento que pudieron aportar, con la innovación que pudieron enseñar a los que ahora, componen la lista de Capataces. Para mí, no son muchos, y eso que hay muchas hermandades, pero es que hay algún que otro personaje, que empaña, mancha vil mente el título de esa lista.
Nano, Lara, Giraldo, Ortigosa y, como no, Juan Horacio de la Rosa, son algunos de los Capataces que soportan con su juventud cuadrillas que llenan de ilusión al costalero para el mañana, un mañana que ya deja de ser un futuro lejano, es un presente apoteósico, en algunos, incluso un corto pasado lleno de claridad de ideas, y de maneras de auténtica autentificación de lo que es un Capataz.
Muchos de los capataces que ahora tenemos en nómina, pero sobre todo los de corta edad comparados con los Maestros, que aún al menos dos y grandísimos nos regala la Madrugá y el día en que todo acaba, sacan Cofradías luchadoras, luchadoras que subsisten del esfuerzo, incluso si me lo aprueban, por encima de la razón, ya que algunos ya no daban un duro por su continuidad en la lista de hermandades de nuestra ciudad. Pregunten en San Lorenzo, y a los niños hebreos.
Hermandades muy muy humildes, que dejan trabajar, que no exigen, y que son para mí perfectas para la progresión, y el pulir de los detalles para que del hombre, del Capataz que empieza, se geste una sombra alargada, ancha, que abarca en el suelo años y años por delante, y sobre todo, una mano extendida que sujeta el martillo de una delantera, que lleva la sonrisa de una Dolorosa entre el llanto, o el amago de suspiro entre el sufrimiento de un Señor, Cristo agradecido por tanto arte siendo sus pies, pero sobre todo, tanta juventud que arropan a estos capataces, perdón, Capataces, con mayúscula.
Ortigosa, podría haber sido perfectamente el que ocupara el titular de mi artículo de opinión de hoy, y sí, leen bien, opinión, aunque alguno diga que alabar el trabajo de un amigo se deja llevar más por el cariño, se divulga la palabra objetividad, cuando están totalmente equivocados. Mi opinión, es esta, que a los amigos hay que apoyarlos, pero sobre todo, porque este mundo me los trajo, me los mostró como personas, y para mí es un orgullo ver cómo, precisamente Ortigosa con pastas de pregonero o sin ellas, comanda el Palio al que puede tenga más respeto de los que haya besado mi cuello, Hermandad exigente al máximo con lo suyo, su puesta en escena… y que parezca que va con más tranquilidad que cuando pasea por su querido barrio, con sus amigos entre risas. Esa es la grandeza de la juventud.
Horacio, ha sido esta semana noticia porque lo han reafirmado como Capataz del Señor de la Entrada Triunfal, qué cariño le tiene Horacio a esta Hermandad. Con qué cariño amigo Horacio, te enseñó tu maestro, con qué cariño lo recuerdas a expensas de otros que ahora quieren arrebatarle la vida frente a su mayor querer. Con qué cariño se puede hablar de ti, de las charlas contigo. Con qué respeto hay que escucharte, con un hablar del que nada teme, pues a nadie juzga, del que todo piensa antes de hablar, del que no coarta su opinión, guste o no, porque es la opinión del que quiere lo que es suyo, del que ama a los que como él, buscan más que verdad y pureza en un oficio, el de Capataz, contrayendo matrimonio con la sonrisa hecha núcleo de todo, la del costalero, que me costa te respeta, te admira, te sigue, como yo te seguiría a cualquier chicotá bajo un paso, o bajo el cielo azul, o incluso obsequioso de rayos de esta ciudad, pero dando fe de que confiado es poco, lo que mi corazón se muestra al lado de una persona tan, tan, tan llena de verdad, y tan buena, que eso, amigo, amigos míos… eso ya sí que tiene mérito estos días, y en este mundo tan…
Horacio, es la persona que camina en la vida, con las injusticias de las oportunidades, ya sin padre en la tierra, y es por eso por lo que se rodea junto al que Dios le mandó, y de Dios mismo, en cada chicotá en la tarde y noche cordobesa, pues él, sabe y lo sentirá su corazón, que a uno pasea, alaba lleno de Gloria, y el otro padre lo acompaña, lo abraza como cuando era pequeño, y lo admira con lo grande que es, que un padre admire a un hijo.
Mis respetos públicos para mi amigo, mi confesión de admiración y amor puro por su trabajo como Capataz, y mis más sincero agradecimiento, por eso, por dejar llamarme amigo suyo, de una persona que no mancha por donde pasa, sino que ilumina paso a paso, sea de su caminar, o del caminar de sus Pasos.
Fernando Blancas Muñoz
Recordatorio La Chicotá de Nandel: ¿Locos o valientes?