Hoy me salgo ligeramente de la línea de artículos que habitualmente
escribo, quizá porque uno ya se cansa de escribir de lo mismo, de defender lo
indefendible y de remar contracorriente, quizá porque está de moda estos días
el tema Angustias, o quizá porque a uno le apetece dar a conocer lo suyo, no sólo
porque es suyo, sino porque posee gran calidad y merece ser conocido. Seguramente
sea una mezcla de todo lo anterior. Vaya por delante que tengo unos
conocimientos de Historia del Arte muy limitados y lo que pueda escribir proviene
de lo que leo o de gustos personales. Nunca es mi intención dar clases de nada,
pero menos en esta ocasión.
A nadie se le escapa que Ortega Brú es uno de los grandes imagineros de
la historia. Quizá el más brillante del siglo XX. Todo el mundo relaciona a Brú,
“La Mano Izquierdas de Dios”, con el Soberano Poder de San Gonzalo –su Cristo
para Sevilla- o Santa Marta de Sevilla, el Silencio de Córdoba, el Perdon de Cádiz
o la Cena de Jerez. Pero poca gente conoce más allá de eso. En mi ciudad dejó
varios tesoros. De La Línea su obra más reconocida a nivel andaluz es el
conjunto escultórico del Santísimo Cristo de las Almas y Nuestra Señora de las
Angustias, bendecido en 1954. El cuerpo muerto de Cristo, recreado con una
precisión deslumbrante en cuanto a la anatomía, recae totalmente sobre el
regazo de las Angustias. Quizá lo que más conmueva de cara al público es ese
brazo izquierdo las Almas que cae sin vida en el aire. La dolorosa, con cara de
niña, es el fiel reflejo del dolor y de la advocación que lleva la talla. Vienen
a formar un conjunto escultórico que está considerado entre los de más calidad
de la geografía andaluza. Quizá por ello, por estos lares está muy extendido el
rumor de que desde Sevilla quisieron para sí al Cristo de las Almas y las
Angustias, para procesionar en una de las Semanas Santas con más repercusión. Quién
sabe por qué motivos los linenses, gracias a Dios, podemos seguir disfrutando
de esta verdadera obra de arte sacro por nuestras calles cada Jueves Santo.
Pero fíjense que otra de las tallas que Brú nos dejó en este rinconcito
del sur es, nada más y nada menos, que la titular de mi Cofradía: María Santísima
de la Esperanza. Y es algo que muchísima gente desconoce, nadie relaciona a la
Esperanza con Brú, incluso en algunos portales de relevancia, como Artesacro, no
se cita a la bellísima –qué les voy a contar yo- dolorosa del Viernes Santo
linense como obra del sanroqueño. Una de las que levanta más pasiones a nivel
local, incluso fuera de nuestras fronteras. Siempre que pienso en la Esperanza
recuerdo ese nombre de la bella marcha que el compositor David Hurtado dedicó a
la Reina del Transporte de Jerez de la Frontera: ¿Quién te vio y no te
recuerda? Encargada en 1950, es la primera talla de Brú en La Línea… Y también
la última obra que nos dejó. Y es que justo diez años más tarde se produjo un
desastroso incendio por una vela demasiado cerca de la dolorosa que afectó
gravemente al rostro y manos de la Esperanza. El imaginero sanroqueño se
apresuró a contactar con la Hermandad para proceder a su restauración de manera
totalmente desinteresada. Cierto es que posteriormente ha sufrido diversas
restauraciones, pero a mi entender, y quizá me pierdan los colores verdes, es
tremendamente injusto que la Esperanza no se encuentre entre sus tallas
marianas más reconocidas y destacadas, siendo que Brú era eminentemente cristífero.
Ya queda dicho desde este humilde rinconcito virtual.
Además, y ya termino, de Brú es la talla de nuestra patrona, la
Inmaculada Concepción que da nombre a nuestra ciudad: La Línea de la Concepción,
también fechada en 1954, preside el altar del Santuario mayor de la ciudad, situado
en el centro de la misma, y que lleva por nombre a la Inmaculada. Ahí es donde
termina la carrera oficial donde procesionan las catorce Hermandades de Penitencia
de la ciudad. De igual forma, el paso de misterio que hasta hace un año paseaba
por las calles el Domingo de Ramos linense portando sobre sí a la Sagrada
Flagelación, y que diversas Hermandades locales, también se atribuye a Brú. Aunque
es cierto que no existe documentación alguna al respecto y que desde la
descendencia del genio sanroqueño no se reconoce dicha atribución. Como digo
siempre, hay vida más allá de Sevilla, Córdoba, Cádiz, Jerez… etc. Podrá
comprobarlo observando las fotografías que ilustran este artículo.
José Barea.