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martes, 9 de febrero de 2016

Donde nace el azahar: Más grande que la Semana Santa


Blas J. Muñoz. Todos tenemos un sueño o un recuerdo que nos hace sonreír, llorar, temblar y, en definitiva, emocionarnos. Algunos nada tienen que ver con el camino por el que luego hemos transitado (el mio está lleno de atardeceres naranjas que, en su horizonte, agitaban la expectativa del futuro que, mucho más tarde, comprendí que era el presente). El camino de la Semana Santa es mucho más grande que el de todo lo que la rodea, incluidas las poses calculadas.

Es un camino que recorre nuestras vidas y que, al iniciarse la Cuaresma, alcanza la recta final de un capítulo que nunca es autoconclusivo. Es una cuestión de piel, un modo de vida, un compromiso con aquello que nos conmueve. Una posición filosófica alumbrado por la fe. En consecuencia, es más profunda, más cuidadosa, más radical, más certera y más apasionada. Es el todo, el absoluto proyectado por Dios sobre nuestras almas. Cuerpo y alma en unidad ante la Imagen que lo y que nos representa.

Es tan grande, tan inabarcable que, por ejemplo, no me imagino instando a nadie a contemplar cofradías. Pues, al igual que yo sentí espontáneamente algo instintivo, cualquiera lo hará si está llamado a ello. Es una vocación sin carisma propio (o tal vez sí) que emana del amor para entregarse y desprenderse, e incluso, para saber desde dónde observar para nunca perder por completo la ilusión primera.

Durante los próximos cuarenta días les traeremos historias personales, anónimas o conocidas, que hablan de amor arrebatado y entregado hacia Dios, alumbrado con un cirio, agitando un turiferario, portando la Cruz, planchando el costal, montando un altar, insuflando aire al metal... Cuando lleguemos al último capítulo ya será Domingo y tomarán las calles para cerrar un capítulo disfrutado y sufrido hasta el último aliento. Disfruten de la Cuaresma.


Foto Eva María Pavón 



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