Suspira el querubín con un chubasquero amarillo para que no se le mojen las plumas de las alas y baje la altura de su vuelo y algún cazador avezado lo atrape y descubra su rostro tan angelical que brilla como la luz de su halo y es suave como sus palabras amistosas para los capataces sin paso y ácidas para los que no se lo dicen.
Suspiros alados por esos sindicatos que se ven desde lejos cuales son sus líderes porque cuando el cetro lo tenía otro el llamador sonaba y sonaba y rugía como un león. Con el cambio de bastón de mando el ruido se ha convertido en la dulzura de una camelia bien pinchada como antes de que el sindicato levantara la voz de su amo.
Suspira el Ángel porque sabe que hay amores más fuertes que el viento y hermanos que son amigos antes antes que hermanos aunque en las fotos salgan con cara de despiste o de otra cosa y ahora quieran culpar a quienes no quisieron ser tan amigos del hermano que parecían primos o se lo hacían como si estuvieran en el patio de un convento.
Joaquín de Sierra i Fabra
Foto Jesús Caparrós
Recordatorio El Suspiro del Ángel: ¿Sigue siendo capataz?