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jueves, 13 de octubre de 2016

Mi luz interior: Un nuevo caso de bochorno y censura


Lamentablemente el ridículo espantoso en el que se desenvuelven determinados dirigentes cofrades ha rebasado con creces el infantilismo profundo y la chulería de matón de taberna y continúa creciendo hasta alcanzar unos niveles de patetismo y bochorno que bien podrían esperarse en personajes de una película de Berlanga, pero que resultan inauditos en representantes de lo que presuntamente son entidades adscritas a la iglesia católica a los que se presupone un poquito más de nivel. Me lo contaron ayer y les juro que, de no conocer como conozco a quien me lo contó no me lo creería, a pesar de lo que ya he visto dentro de algunas peñas que un día fueron casas de hermandad. Cuando me lo contaron me pasó como a la del anuncio, “me quedé loca”.

Resulta, no se lo pierdan, que hace unos días, a altas horas de la madrugada, un responsable de una hermandad se encontraba lanzando todo tipo de improperios vía mensaje whatsapp a un redactor de una web cofrade, después de protagonizar, sólo y en compañía de otros, un nuevo episodio de “advertencias” a miembros de la citada web. ¿El motivo?. Un reportaje fotográfico realizado a una imagen en el taller al que había sido sometido a una restauración que, con el conocimiento y permiso de la persona encargada de ejecutar el proceso, iba a ver la luz después, repito después, de que la imagen fuese presentada en público por la junta de gobierno a sus hermanos, porque así se había acordado con el restaurador, y porque los responsables del reportaje sí cumplen su palabra. Un reportaje que contenía fotos de la imagen terminada y perfectamente vestida con una túnica, no vayan a pensar en las típicas fotos de las Angustias o del Gran Poder que todos hemos visto alguna vez circulando por páginas y foros.

La secuencia, la de siempre. Primero “advertencias” con acciones legales sin pies ni cabeza a los responsables del reportaje y posteriormente comunicación al restaurador para que retirase el permiso para su publicación tras comprobar que las advertencias no habían surtido efecto alguno. Como las fotos se hicieron en un recinto privado, sin la autorización del dueño del local, como todo el mundo sabe, no se pueden publicar las fotografías y por tanto, ahí han quedado, guardadas para siempre en una carpeta de un par de ordenadores.

¿Qué por qué se ha impedido su publicación? Sencillamente por animadversión personal del dirigente a los responsables del reportaje, al menos a uno de ellos, porque las fotos son exactamente del mismo tipo que las que se pueden realizar cualquier día en cualquier templo, la única diferencia es el entorno en el que están hechas. Según me cuentan, ni son fotos que muestren las vergüenzas de la talla ni irrespetuosas en modo alguno. Como documento periodístico tenían su valor, ¿qué duda cabe?, aunque existiese el compromiso verbal de demorar su publicación hasta que la imagen fuese vista en público por quienes lo desearen.

Lo más gracioso de todo este asunto es que, por un lado el restaurador se apresuró a afirmar que no se había concedido un permiso que sí se había concedido, verbalmente, como las pruebas existentes demuestran, y por otro lado la actitud pueril del mencionado dirigente que, como presunto conocedor de la legislación vigente, de acuerdo con sus ocupaciones laborales, debía saber que el permiso del dueño del local donde se tomaron las fotos era más que suficiente para su publicación –no lo digo yo, lo dice un abogado-, como demuestra que tras ser consciente del fracaso de sus “advertencias”, se apresurase a trasladarlas a quien había concedido permiso para luego retirarlo. Si no se hubiesen podido publicar, ¿para qué se va a comunicar con el tercero para también “advertirle”?. Como pueril resulta el cebo lanzado a posteriori incitando a la publicación conociendo que dicho permiso ya no existía como si quien tuviese que morderlo hubiese nacido ayer, provocando el sonrojo de cualquiera que sepa un poquito de leyes.

Así se las gastan en algunas juntas de gobierno. Luego que nadie se sorprenda si “en este panfleto llamado Gente de Paz” al que algunos pretenden insultar llamando “blog” y “salsa rosa” se cuentan ciertas cosas. Porque es más que evidente que los personajillos que perpetran este tipo de episodios serían mucho más felices si fuesen capaces de amordazar a quienes les cuentan lo que ocurre en este pequeño espacio de libertad que, visto lo visto, cada vez más es un oasis en el desierto de totalitarismo en que muchos han convertido lo que fueron hermandades y ahora no son más que cotos privados de caza y “photocalls” para mayor gloria de quienes, al parecer, no tienen vida más allá de un cargo y una vara. Pero por evidente que sea, no va a ocurrir. La censura puede abarcar unas fotos pero es imposible ponerle puertas al campo cuando quienes ejercen su libertad saben perfectamente lo que pueden y lo que no pueden decir, y créanme –todos- lo saben. Como ya se ha escrito en otras ocasiones en esta santa casa, la culpa de los pecados recae en quienes los cometen y no en quienes cuentan lo ocurrido.

Por supuesto que no daremos nombres, ni la ciudad en la que ocurrió, ni tampoco la web que sufrió las amenazas, sólo faltaría a estas alturas. Como ya les he dicho, creer que es sencillo que se muerdan determinados cebos es extremadamente infantil. Dejen volar su imaginación y aten cabos, ustedes son muy listos. Seguro son capaces de resolver el rompecabezas.

He dicho

Sonia Moreno






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