Joaquín de Sierra i Fabra. Suspira el ángel por unas flores que antaño crecían bien agarradas junto a una casa en la que nada se alteraba sin el conocimiento de las mismas.
Suspiros alados recordando viejos tiempos en que muchos creían que se llevaban del jardín de flores lo que querían a su antojo cuando resultaba evidente que eran las flores las que acaparaban el agua, la tierra, el sol y todo el universo celestial, recordando lo que a Lázaro aconteciera junto al ciego en la divertida historia de las uvas.
Suspira el querubín aliviado porque sabe que lo mejor para la casa fue que la flor mayor marchitó hace ya tiempo dejando así -qué paradoja- oxígeno para que el personal respirara, aunque tristemente nunca devolviera todo lo que en su día se llevó que, tristemente, no fue poco. Sonríe el ángel porque bien sabe que las flores del mal no resultan bonitas en ningún lugar donde se pongan.