Igual que otros aspectos de la sociedad, la saeta también
padece estos días las consecuencias de la crisis. En los últimos años hemos comprobado un
descenso significativo en cuanto al número de ellas durante la festividad de la
Semana Santa, descenso motivado en parte por la falta de presupuesto con el que
las hermandades afrontan estos días, y por qué no decirlo, la falta de devoción
de las nuevas generaciones de artistas.
La crisis ha eliminado también a aquellos ‘mecenas’ que
pagaban suculentas cantidades por tener en su balcón a algún cantaor de
relumbrón, una imagen que con el paso de los años ha pasado a mejor vida.
Contaba Canalejas de Jerez, Saetero Mayor de la Semana Santa por la Cátedra, en
una entrevista hace unos años que por aquel entonces “Nos juntábamos seis o siete en un balcón. El
primero lo tenía fácil. Le paraban el paso a lo justo. El segundo, con suerte,
conseguía acabar antes de que lo levantaran, pero los demás lo tenían difícil.
Yo he terminado una saeta cuando el paso iba por Los Cisnes, y la comencé en el
Casino. Había varios que, para justificarse, le cantaban a la siguiente imagen.
Lo peor es que encima no cobrabas. Y muchas veces tenías que dar cuarenta
vueltas en las bodegas para poder ver el dinero”.
Lo cierto es que a día de hoy cantaores que durante estas
fechas acumulaban importantes cantidades de dinero que les servían para
subsistir en los meses venideros apenas pueden conformarse con “regalitos”,
como ellos mismos definen, para tirar adelante.
Ni tan siquiera los concursos permiten hoy día a los
cantaores de Jerez aumentar sus ingresos, primero porque los premios a repartir
han disminuido bastante, y en segundo lugar porque los saeteros jerezanos
apenas participan en este tipo de convocatorias. Tan sólo hace falta echar una
ojeada a los concursos más cercanos, ya sea Málaga, Huelva, Rota, Arcos, La
Puebla, Gines, Osuna o San Fernando, por poner algunos ejemplos, donde su
presencia es nula o casi nula.
Del mismo modo, iniciativas como la del Concurso de Saetas
en la calle que incentivara la Peña Los Cernícalos tampoco han podido
sobrevivir a la crisis y han lastrado en parte una tradición con muchos años de
historia.
“Hoy en día, pagarte no te paga nadie una saeta, te dan un
regalito, pero pagarte no te la pagan”, admite Macarena de Jerez.
La cantaora admite que años atrás “me han llegado a pagar
75.000 pesetas por dos saetas, he llegado incluso a cobrar 100.000 pesetas,
pero eso ahora no se ve ni de lejos”.
Hoy en día la media de pago, donde se incluye el citado
‘regalito’ ronda los 150 euros, aunque los más privilegiados pueden llegar a
200 ó 250 euros. No obstante, y por circunstancias, también los hay, como pasa
en las actuaciones en algunos tabancos, que dejan la cifra en 50 euros. “Nadie
sabe la necesidad de cada uno”, admite uno de ellos.
Los menos cantan por devoción o por tradición, como ocurre
cada Viernes Santo en San Telmo con la familia de los ‘Salmonete’ o como ocurre
cada Martes Santo en San Mateo con Macarena de Jerez. “Canto por devoción y
llevo casi toda la vida”, reconoce.
En lo que llevamos de semana voces como las de Joaquín El
Zambo, Juan de la Bárbara, Luis de Pacote, Carmen Grilo, Eva Rubichi, El Morito
o Sara Salado han sonado ya por las calles jerezanas.
Es el cantar del pueblo, que cada vez respeta menos por
cierto, un cantar que en los últimos tiempos ha perdido jondura. Atrás quedaron
aquellos primeros rayos de sol que iluminaban el Canalejas cuando la Buena
Muerte enfilaba Santiago y donde los Curro de la Morena, El Mono y un largo
etcétera se enzarzaban en un pulso saetero difícilmente repetible.